Los nuevos datos que se conocen del Censo Nacional Agropecuario dejan conclusiones que nos plantean retos a todos los colombianos. Según la información revelada esta semana por el DANE hay una alta concentración en la propiedad de los terrenos con potencial productivo, los campesinos no cuentan con una asistencia técnica adecuada, las deficiencias en infraestructura predominan y cada vez se hace más necesaria una gran reforma agraria que impulse al sector de manera estratégica.
En el informe se establece que el 69,9% de las Unidades Productivas Agropecuarias (UPA) tienen menos de cinco hectáreas y ocupan solo el 5% del área censada, lo que contrasta con el 0,4% de las UPA que tienen 500 hectáreas o más y ocupan el 41,1% de los terrenos rurales, lo que evidencia un enorme desequilibrio en la propiedad. El censo cubrió el 98,9% de los predios en 1.101 municipios del país. Además, en los últimos 55 años creció el número de las UPA de menos de 5 hectáreas, hay un retroceso en la equidad y índice de Gini empeora.
No obstante, lo más complejo es que en gran medida las más grandes extensiones no se aprovechan lo suficiente en las labores agropecuarias, sino que funcionan más como lotes de engorde o tierra improductiva. Según el informe, el 50,6% de las tierras censadas tienen bosques naturales, el 40,6% tiene posibilidad de uso agropecuario (pero solo el 6,9% se aprovecha), el 7,2% no pertenece al sector agrícola y el 1,5% corresponde a desarrollos urbanos.
Lo prioritario es que la tierra aprovechable se ponga a producir, para que genere los alimentos y demás productos que requieren los colombianos, además de empleo para los campesinos. También preocupa que en las UPA pequeñas hay ausencia de tecnificación y apoyos con asistencia técnica, así como infraestructura deficiente. Y, para colmo, la edad de los pobladores rurales es cada vez mayor, lo que muestra que los jóvenes abandonan el campo y solo se quedan los que envejecen. Así, la perspectiva futura es desmotivante.
Se ha dicho que los TLC que Colombia ha firmado con los principales mercados del mundo les abren posibilidades enormes a los productos nacionales. Sin embargo, la realidad del agro parece ir en contravía de los propósitos. Las posibilidades de hacer que el campo produzca, que genere empleos, que sea eficiente y competitivo, al lado de procesos industriales que les aporte valor agregado a los productos, y con ellos conquistar a los grandes consumidores del mundo, se están quedando solo en el papel.
Hay que crear planes de extensión agrícola ambiciosos, con los que se les preste ayuda, sobre todo, a las familias que tienen poca tierra, pero que podrían hacer mucho con un buen acompañamiento que garantice calidad y al mismo tiempo una subsistencia digna. Pero no solo eso, es fundamental que el Estado ayude a establecer redes de comercialización y herramientas de capacitación que los convierta en empresarios que, a través de esquemas de asociación, por ejemplo, hagan del campo un negocio tan bueno que los jóvenes vuelvan a considerarlo un proyecto de vida.
La verdadera lucha contra la pobreza tiene que enfocarse hacia las familias campesinas, no solo buscando que produzcan sus propios alimentos, sino logrando que el fruto de su trabajo les aumente la calidad de vida. El nuevo Censo Agropecuario es, sin duda, una importante herramienta para que se generen políticas públicas consistentes y con alcances de largo plazo. Hay una tarea pendiente para ganar en productividad, pero también en equidad y derrota de la pobreza... Las soluciones no dan espera.
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