Qué difícil vecino el que tiene Colombia. No por los venezolanos, sino por sus gobernantes. Dicen cualquier calumnia sin pruebas, suben el tono de la voz hasta el grito y responden de manera exagerada a cualquier mínima reacción diplomática de las autoridades colombianas. El régimen socialista de Nicolás Maduro continuó con un proceso iniciado por su antecesor, Hugo Chávez, para despedir la diplomacia. Esta nueva manera de relacionarse con el mundo, el insulto, la efervescencia en actos públicos, el histrionismo, remplazaron el diálogo entre ministerios de Relaciones Exteriores, los mensajes a través de los embajadores y los canales existentes en los organismos multilaterales.
Todos los partidos políticos y los gremios han respaldado al Gobierno Nacional en el rechazo a lo que sucede en la frontera. Es evidente que las andanadas diarias del presidente venezolano en contra de los colombianos han demostrado que hay una intención para buscar que Colombia reaccione en iguales términos, pero esto no puede suceder. Debe seguirse la línea trazada de agotar los canales diplomáticos. Si haciendo uso de ellos, con la convocatoria al embajador a consultas y con el llamado a reunión de cancilleres de la Unasur y de la OEA, reaccionó Maduro cerrando otro tramo de la frontera y anunciando el envío de otros tres mil miembros del ejército a esta zona, cómo fuera que se igualara el gobierno colombiano en el tono veintejuliero.
Mientras el país se une en torno al rechazo a las medidas, el expresidente Ernesto Samper, en lugar de cumplir con un rol neutral como secretario de la Unasur salió a defender la posición de Venezuela. Aunque luego intentó corregir, ya el daño estaba hecho y ratifica que este organismo es una punta de lanza del gobierno venezolano. Por eso, no sobra revisar la petición hecha por el Partido Conservador de abandonar esa organización. De otra parte, la alicaída OEA llamó a reunión de cancilleres para el próximo lunes, y ojalá sirva para que con cabeza fría se aborde la crisis humanitaria. Las Farc, que tanto se quejan de la situación de desplazamiento forzado en Colombia, salieron a respaldar lo que hace Venezuela con los nacionales que estaban en ese territorio. Otra desfachatez más que le suman a su falta de entendimiento de la realidad. Con esa mirada miope de asentir todo lo que hacen sus aliados es muy difícil construir una visión conjunta de futuro como nación.
Los problemas a lo largo del territorio compartido entre Colombia y Venezuela no son de ahora. Se ha creado con el tiempo un estado de zozobra de lado y lado y de tierra de nadie que no conviene a la legalidad. Esta situación no se soluciona con el cierre de la frontera. Solo se logran con decisiones mancomunadas y responsables, en las que se entienda que esta área es sui generis por las diferencias entre los dos países y que llevan a que los ciudadanos encuentren en la ilegalidad una oportunidad. Se debe ser audaces en las decisiones para tomar medidas que beneficien a los ciudadanos de lado y lado y se generen oportunidades que los desvíen de la idea de la ilegalidad, pero si solo actúa uno sin el respaldo del otro país, todo esfuerzo será en vano.
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