El papa Francisco comienza a demostrar con hechos que sus posturas iniciales de humildad y de firmeza no eran solo una manera de acercarse a los feligreses y ganar popularidad. Desde hace unas dos semanas, el primer pontífice latinoamericano viene tomando serias decisiones y emitiendo conceptos muy claros acerca de los cambios que deben hacerse en la Iglesia Católica del mundo.
La más reciente de sus determinaciones tiene que ver con el endurecimiento de las sanciones contra la pederastia en el interior de la curia, al punto de que la legislación vaticana podrá equipararse a la internacional sobre la materia, sin distinciones de ningún tipo. El nuevo código penal del Estado del Vaticano introduce el delito de tortura, suprime la cadena perpetua y amplía los alcances de las penas para los delitos en contra de los menores, como la pornografía infantil y el abuso sexual.
Las nuevas decisiones, que eran esperadas por el mundo católico desde hace varios años, y en las que Benedicto XVI dio un primer paso en el 2010, apuntan a ponerle fin al escándalo que han protagonizado numerosos religiosos en distintos lugares del planeta, donde han resultado envueltos en delitos sexuales en contra de los niños. Un punto destacable es que el territorio del Vaticano, los nuncios y el personal diplomático no tendrán privilegios, como ocurría antes, ante la ley.
Francisco también demuestra temple y claridad en la doctrina cuando ajusta las normas vaticanas a los estándares internacionales para la lucha contra la criminalidad internacional, el blanqueo de dinero y el terrorismo. Ya un poco antes comenzó a impulsar reformas en el Banco del Vaticano, entidad que en el pasado resultó implicada en líos relacionados con dineros de dudosa procedencia. La idea del Papa es que una comisión especial investigue el funcionamiento de ese banco, y poder aplicar los correctivos necesarios.
El Papa argentino acaba de ser declarado por la revista Vanity Fair, en su edición italiana, “el hombre del año”, pero en franca demostración de que su humildad es auténtica, rechazó que en Buenos Aires le hayan erigido una escultura a tamaño real en el jardín de la catedral, y dio la orden de que la sacaran “de inmediato”.
Esto complementa su posición en contra de los lujos y los excesos de riqueza que algunos clérigos exponen ante la sociedad, los cuales están más cercanos a la vanidad y al falso orgullo que a la posición piadosa que deben tener los jerarcas católicos.
En este sentido, los nuevos sacerdotes y monjas en el mundo tienen el desafío de ejercer su trabajo sin dejarse llevar por el gusto y la ostentación, cuando su vida debe estar dedicada al servicio de la humanidad. En su primera visita a América Latina, el pontífice llegará a Brasil la próxima semana, para participar de la Jornada Mundial de la Juventud, donde seguramente seguirá reforzando sus ideas y acciones a favor de los más pobres y, en general, de los más vulnerables en el planeta.
Con lo que ha pasado en estos primeros 100 días de pontificado, es fácil concluir que Francisco será un gran reformador de la Iglesia, poniéndola a la vanguardia de las necesidades de nuestros tiempos, y simultáneamente rescatando los mensajes originales de Jesús.
Su llamado a la coherencia entre las enseñanzas del Evangelio y la vida que deben llevar los pastores está cargado de profundidad, lo cual no les gusta a muchos pero debe ser acatado. Además de simpatía, el nuevo jerarca es dueño de un enorme carácter y sentido del coraje que ojalá orienten al mundo hacia un mejor futuro de la humanidad.
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