La caída de un avión Sukhoi-30 de Venezuela, el pasado viernes, en la frontera con Colombia, llevó a que el presidente del vecino país, Nicolás Maduro, anunciara que recurrirá a las alianzas con Rusia y China para aumentar la flota de aeronaves militares para patrullar la zona, lo que le agrega un nuevo ingrediente a la tensión que se vive entre los dos países desde mediados del mes pasado, cuando comenzaron a ser cerrados los pasos fronterizos, y se declaró estado de excepción en los estados de Táchira, Zulia y Apure.
Para tratar de llegar a un acuerdo sobre los problemas de delincuencia y contrabando en la frontera, que son los motivos que ha esgrimido Maduro como las causas de su actitud hostil contra Colombia, el presidente Juan Manuel Santos se reunirá mañana con él en Quito, gracias a la mediación que hicieron los presidente Rafael Correa, de Ecuador, y Tabaré Vázquez, de Uruguay, a través de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas).
Ya el mandatario venezolano advirtió que "no será fácil", y frente a eso debemos ser conscientes de que el interés de Maduro es que no haya un arreglo pronto, ya que las tensiones actuales le sirven para generar un estado de zozobra que lleve al pueblo venezolano a solidarizarse con su gobierno, justo ahora que se acercan las elecciones parlamentarias y urge mantener las mayorías. Es por eso, que dicha reunión hay que asumirla con muchas reservas, porque incluso es probable que Maduro termine endureciendo aún más su posición y generando situaciones que obliguen a nuestro país a reaccionar de manera más vehemente.
Ojalá que la presencia de los jefes de Estado de Ecuador y Uruguay sirva, sinceramente, a que se recupere la calma en la frontera y que los colombianos no sigan siendo tratados de la manera indigna que les ha tocado padecer. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), desde el 19 de agosto hasta el pasado viernes, 1.482 colombianos fueron expulsados por la guardia venezolana, y en muchos casos sus viviendas destruidas. Además, otras cerca de 20 mil personas huyeron del lado venezolano hacia Colombia por temor a correr con la misma suerte.
Lo cierto del caso es que la situación que hoy se vive tiene que llevarnos a los colombianos a pensar en serio en la toma de medidas que lleven a que nuestros compatriotas de la frontera prefieran vivir y trabajar en Colombia, sin dejarse arrastrar por las mafias del contrabando y del narcotráfico que, sin duda, operan allí, y en las que es evidente que hay muchos venezolanos de todos los niveles que se lucran. Nuestra economía está hoy en índices muy superiores a los que tiene el vecino país, por lo que no existen motivos para seguir exponiéndose a la humillación.
Sea cual sea el resultado de la reunión de mañana, el continente entero debe seguir pendiente de las actitudes xenófobas de Maduro, quien nos debe muchas disculpas a los colombianos por sus ofensas. Esperamos que sea un diálogo transparente, en el que no se escondan jugadas bajo la mesa, o que termine siendo solo una forma de distraer nuevas ofensas futuras del líder venezolano. Ojalá que los vecinos logren arreglar sus problemas internos, pero eso no puede ser a costa del maltrato a nuestros compatriotas humildes que han sido tachados sin razón de paramilitares.
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