De manera similar a como ocurrió hace 29 años el accidente aéreo en el que murió toda la plantilla de jugadores de Alianza Lima de Perú (8 de diciembre de 1987), en la noche del pasado lunes 28 de noviembre 19 jugadores del Chapecoense, de Brasil, fallecieron al precipitarse a tierra la aeronave en la que viajaban hacia el aeropuerto de Rionegro, en Antioquia. Este equipo disputaría hoy en Medellín, con el Atlético Nacional, el primer partido de la final de la Copa Suramericana de Fútbol 2016. Infortunadamente, hechos parecidos se han dado en Italia (1849) y Alemania (1958), en los que 18 jugadores del Torino italiano y 8 del Manchester United de Inglaterra también murieron.
El avión de la empresa boliviana Lamia Corporation, procedente de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), chocó contra el cerro El Gordo, en zona rural del municipio de La Unión (Antioquia), cuando estaba a solo 17 kilómetros de la pista de aterrizaje. De las 77 personas que iban en la aeronave solo sobrevivieron seis (tres jugadores, un periodista, una azafata y un técnico del avión), quienes ayer eran atendidas en hospitales de la capital antioqueña. Hoy se conoce que los pilotos alcanzaron a comunicarse con la torre de control del aeropuerto para reportar una emergencia por fallas eléctricas, las cuales habrían sido provocadas por la ausencia de combustible en los motores.
A las 9:54 p.m. se perdió el contacto con el avión, el cual fue hallado destruido en tierra poco después. Con el hallazgo de las dos cajas negras viene ahora el proceso de investigar los detalles de la tragedia, en la que también perdieron la vida dirigentes del equipo, invitados, periodistas y tripulantes. De acuerdo con las primeras indagaciones, a la misma hora de la emergencia del avión de Lamia hubo otra de un vuelo de Viva Colombia procedente de San Andrés, la cual fue atendida en forma prioritaria por su manifestación expresa de escasez de combustible. Estos son puntos que deben ser aclarados.
Sin embargo, lo primero es lamentar la pérdida de estas vidas humanas, en las que se cuentan los deportistas brasileños que pretendían alcanzar un sueño continental, pese a ser un equipo sin mayores figuraciones en el balompié de ese país. Ese equipo venía desarrollando una brillante campaña, dejando en el camino a San Lorenzo de Almagro, Independiente y al mismo Junior de Barranquilla. Al modesto club que hace unos años estuvo a punto de desaparecer por problemas económicos, ya era comparado con el sorpresivo Leicester de Inglaterra, al actual campeón de esa importante liga europea.
Numerosas promesas de ese deporte se pierden con este accidente que enluta al fútbol mundial y que genera interrogantes acerca de la seguridad aérea. Es cuestionada en estos momentos la decisión de la autoridad aeronáutica de Brasil, que no permitió que el equipo viajara en un charter directo desde Sao Paulo, lo que obligó a un trasbordo en terreno boliviano. Ahora bien, las versiones preliminares afirman que la aeronave estaba en óptimas condiciones, que todo estaba en regla y que incluso ese mismo avión fue usado recientemente por otros equipos de fútbol, como la Selección de Argentina, para sus desplazamientos.
Finalmente, es un gran gesto de solidaridad la petición del Atlético Nacional a la Confederación Suramericana de Fútbol (Conmebol) para que el título de la Copa de este año sea entregado a Chapecoense, como un homenaje póstumo a las víctimas. Es lo mínimo que puede hacerse en estos dolorosos momentos para los allegados a ese club brasileño, cuyas esperanzas de triunfo se quedaron suspendidas en el tiempo y sumidas en la más profunda tristeza.
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