El tema de los homicidios nos puede dar para dos visiones antagónicas. La positiva es que siguen en caída, como ha sido la tendencia durante la década reciente, no solo en Caldas sino también en Colombia. La negativa es que el índice de asesinatos en nuestro departamento sigue tan alto, con respecto a lo que ocurre en otras regiones y en el mundo, que más que celebrar el descenso debemos volvernos más exigentes con nosotros mismos y encontrar las maneras de llegar pronto a tasas tolerables.
El 2012 cerró con 114 homicidios en Manizales y 301 en Caldas, de acuerdo con cifras de la Policía Nacional, lo que significa un descenso del 15 % y del 10 % en la capital caldense y en el departamento, respectivamente, con respecto a lo sucedido en el 2011. Pese a que, en porcentajes, esa reducción se observa importante, la tasa por cada 100 mil habitantes se ubica alrededor de 35, cuando hay ciudades como Bucaramanga e Ibagué con 18 y 23, respectivamente, y el promedio mundial es de 9 homicidios al año por cada 100 mil habitantes.
Por eso, debemos insistir en que las metas fijadas en el Plan de Desarrollo de Manizales son poco ambiciosas, pues solo se necesita que este año haya tres asesinatos más que en el 2012, para que se cumplan. O sea que sin que haya disminución sino aumento, ya se habrá logrado el objetivo, lo cual es a todas luces absurdo. Es necesario dejar el temor de que haya una mayor exigencia y avanzar con más decisión es el establecimiento de condiciones que ayuden a que los asesinatos desciendan.
Parecen acertadas las medidas anunciadas por la Secretaría de Gobierno, según las cuales se le dará prioridad al plan de vigilancia por cuadrantes en las comunas donde más ocurre este delito, entre ellas la Ciudadela del Norte, donde se han dado los tres asesinatos de este mes. El trabajo de prevención también tiene que ser decidido en las comunas San José, La Fuente, Universitaria y La Macarena, donde otros hechos delictivos opacan el ambiente de seguridad, y que en la mayoría de los casos obedecen a hechos de intolerancia entre las familias.
De igual forma, debe avanzarse en el llamado Plan Desarme, pues mientras menos armas se tengan en las calles los riesgos de asesinatos descienden. En ese mismo marco hay que destacar que la Policía el año pasado se haya incautado de 846 armas de fuego ilegales y 50 mil 674 armas blancas, además de la captura de 414 personas por porte ilegal. Las autoridades deben mejorar su contundencia en esta dirección y llevar tras las rejas a los responsables de los crímenes. Desde luego que para ello también resulta fundamental que los jueces actúen con eficacia y verticalidad.
Tiene razón el sociólogo Fernando Cantor, docente de la Universidad de Caldas, cuando pide análisis más amplios y profundos para poder entender lo que ocurre con la criminalidad, y así poder enfrentarla, y sobre todo prevenir que sean los jóvenes de 13 a 25 años los que más sufran con los fenómenos de la violencia. Para ello se requiere un conocimiento a fondo del contexto en el que se dan los hechos delincuenciales, en lo que la academia podría hacer un gran aporte a las autoridades, para que establezcan políticas bien enfocadas.
Sería útil, de igual forma, observar los datos de los estudios de percepción y técnicos de la estrategia Manizales Cómo Vamos, en los que se analiza lo que ha ocurrido desde el 2008 en materia de homicidios en la ciudad. Llama la atención la disparidad entre las cifras que entrega la Policía (siempre menores) y las aportadas por Medicina Legal, por lo que sería muy conveniente que se concilien esos datos para obtener una información más precisa. De acuerdo con ese análisis, Manizales está en el puesto 13 entre las 26 ciudades colombianas con más asesinatos, lo que indica que falta mucho trabajo.
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