Pensar en un mundo ideal es apuntarle a un objetivo hacia el cual es posible ir avanzando lentamente, sin retroceder. Eso es lo que ocurre cuando se piensa en ponerle fin definitivo al maltrato en contra de las mujeres, el cual infortunadamente se da en diversas culturas y en formas diferentes. En nuestro caso, las estadísticas dicen que cada día son asesinadas entre 2 y 3 mujeres, 156 son víctimas de violencia intrafamiliar y 45 de violencia sexual, de acuerdo con los reportes de Medicina Legal para el 2014.
Como causas de estos ataques se cuentan la intolerancia, los celos y la desconfianza, y se da sobre todo entre jóvenes de 15 a 29 años, lo que evidencia una cultura de violencia que se ha ido extendiendo por generaciones, sin ponerle freno. Es común que altos porcentajes de la población colombiana consideren que las mujeres deben ser obedientes a sus esposos, que un verdadero hombre manda en la casa y que las mujeres se exponen a la violencia cuando se visten en forma provocativa.
Estas circunstancias llevan muchas veces a que el silencio gane frente a los abusos y que las mujeres teman denunciar los maltratos que reciben, los cuales casi siempre se dan en el interior del hogar, lo que lleva a que se imponga el criterio de que los trapos sucios se lavan en casa. Ayer, cuando se conmemoró el Día internacional de la no violencia contra las mujeres, desde distintos frentes se insistió en que se tome conciencia acerca de la equidad de género y todo lo que ella implica en materia de derechos y deberes.
El ideal del que hablamos también tiene que ver con que la sociedad, hombres y mujeres, asuma de manera natural y lógica el compromiso de no agredir, de respetar al otro, de solucionar las diferencias de manera pacífica. Desde luego que el primer paso es dejar de actuar con violencia contra las mujeres, pero al mismo tiempo hay que avanzar hacia superar los sentimientos de venganza y cualquier maltrato que pueda darse entre seres humanos sin importar su género. La mira debe estar puesta en una sociedad civilizada.
Por eso, hay que rechazar con toda energía los ataques con ácido que han ido en incremento en nuestro medio, y frente a lo cual además de penas más severas, es necesario emprender un cambio cultural profundo que censure cualquier tipo de conducta violenta. En ese sentido, resulta positivo que el Gobierno Nacional incentive a los nuevos alcaldes y gobernadores a que destinen partidas específicas en sus presupuestos para garantizar la puesta en marcha de políticas públicas que tiendan a la equidad de género.
Hay que comprender que, además de todas las heridas morales que producen los maltratos, tales comportamientos causan graves problemas económicos. De hecho, una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcula que la violencia de género le cuesta a América Latina entre el 1,6% y el 3,7% del PIB regional, lo que ya debería ser un estímulo para trabajar más fuerte de manera preventiva. Además, debemos recordar que tristemente la conmemoración de ayer se inspira en el asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, por orden del dictador Rafael Leonidas Trujillo, en 1960, en un total acto de cobardía.
Es en este continente y en África donde se requiere trabajar con más fuerza en la erradicación de la violencia contra las mujeres, en Colombia el problema no es de poca monta, y Caldas no es la excepción. Medicina Legal reportó 1.214 casos de violencia intrafamiliar en Caldas en el 2014, cerca de la mitad (665) en contra de mujeres. Estas conductas agresivas, al darse generalmente en los hogares, hacen que los niños y niñas reproduzcan la violencia y se forme un círculo vicioso incontrolable.
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