Una semana después de posesionarse para su segundo periodo en la Presidencia de la República, Juan Manuel Santos hizo el sorpresivo anuncio de un revolcón en su más íntimo círculo de asesores, dándoles rango ministerial y buscando con ello una mayor eficacia en sus tareas de gobierno. Todo esto obedece a una estrategia de articulación alrededor de asuntos considerados clave, como la paz, la equidad y la educación, y al trazado de una política de mejora de la comunicación de los logros de su administración, lo cual fue una falencia protuberante durante su primer mandato.
En el nuevo esquema del poder Ejecutivo colombiano, al lado del vicepresidente Germán Vargas Lleras (quien será una especie de súper ministro de los megaproyectos de infraestructura y vivienda), aparece ahora el ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez; el ministro del Postconflicto, Derechos Humanos y Seguridad, Óscar Naranjo; la ministra consejera del Gobierno y del Sector Privado, Lorena Gutiérrez, y la periodista Pilar Calderón, quien será ministra consejera de las comunicaciones de la Presidencia. Las tareas de todos ellos, en los campos específicos, serán coordinar con los diferentes ministerios, con el fin de agilizar el logro de metas. Ojalá funcione.
De acuerdo con lo dicho por Santos, el revolcón en la cúpula del Palacio de Nariño obedece a recomendaciones de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), o club de las buenas prácticas de gobierno, al que Colombia aspira a ingresar, con el objetivo de acelerar el paso en cada una de las ejecutorias y obtener mejores resultados que en el primer periodo. También se basa en los consejos del exprimer ministro británico Tony Blair, su amigo personal y con quien comparte los postulados de la llamada Tercera Vía.
Se trata, sin duda, de un grupo de acompañantes del primer nivel que a lo largo de sus carreras han demostrado liderazgo y capacidad de ejecución, por lo que el país queda con amplias expectativas. No obstante, al tratarse de pesos pesados, también surge el riesgo de que en el interior del Palacio de Nariño puedan surgir pulsos para mostrar quién es el más fuerte, quien logra imponer sus ideas e intereses sobre los de los demás y terminar afectándose así, en lugar de mejorar, la imagen del Presidente, quien debería aparecer como cabeza de un equipo poderoso.
Ahora bien, hay temas muy sensibles para los colombianos como la salud, el problema pensional, la cobertura de servicios públicos en zonas apartadas del país y la generación de más y mejores empleos, entre otros, que requieren acciones prontas del Gobierno Nacional, y que no parecen estar en las prioridades de la agenda de ejecuciones, de acuerdo con los papeles que asumirán los súper ministros. Además, de las locomotoras de las que Santos viene hablando desde el 2010 todavía no se ven los resultados en los campos del agro, la infraestructura y la innovación. Ojalá que todos estos cambios no se queden en buenas intenciones, sino que sean palpables.
Ya es hora de que, al mismo tiempo que se avance en el cierre de las negociaciones con la guerrilla para ponerle fin al conflicto armado, las grandes obras que le darán competitividad al país empiecen a aparecer y a dar sus frutos. La economía parece ir por buen camino, y sectores como la industria que han estado mal parecen recuperarse, pero hay que brindarle condiciones para que mantenga esa tendencia. Los próximos cuatro años tienen que ser de cosas concretas y no de simples esperanzas como transcurrió el primer cuatrienio. Ese revolcón histórico del Ejecutivo es una apuesta que tiene que reflejarse en hechos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015