Los líderes de las Farc están dando muestras de que el proceso de paz no es para ellos un tema serio. Si en verdad quieren lograr acuerdos con el Gobierno para dejar las armas e ingresar a un escenario político, no pueden salir a decir que se reservan "el derecho" a secuestrar miembros de la Fuerza Pública. Su comunicado desde La Habana, donde se desarrollan las negociaciones, es un violento golpe a la confianza que requiere un proceso como el que se adelanta, y que evidencia la fragilidad de su supuesta voluntad de dejar atrás el conflicto armado.
La incoherencia del planteamiento de los voceros de las Farc es tal que no hace mucho, cuando fueron liberados los últimos militares que quedaban en su poder, aseguraron que no volverían a secuestrar. Luego, cuando se les exigió que liberaran a los civiles que habían caído en plagios extorsivos se empeñaron en afirmar que no tenían más personas en cautiverio, y buscaron aceptación de la comunidad internacional al comprometerse a no recaer en el mismo delito.
El viernes de la semana pasada ese grupo subversivo secuestró a los policías Víctor Alfonso González y Cristian Camilo Yate, el primero de ellos caldense, cuando los uniformados investigaban un caso de extorsión en Pradera (Valle del Cauca). Frente a esto, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, exigió que esa agrupación los dejara libres y que les respetara la vida, ante lo cual surgió la absurda reacción de los voceros del grupo ilegal, quienes demuestran con esto que no han interpretado los deseos de paz de la gran mayoría de colombianos.
No puede aceptarse, de ninguna manera, que mientras están sentados en una mesa de negociaciones, como si fueran seres civilizados, los miembros de ese grupo persistan en cometer delitos de lesa humanidad, y en defender esas prácticas aberrantes. Respaldamos el enérgico pronunciamiento de Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno, al señalar que si las Farc no tienen la intención de llegar al fin del conflicto que lo digan de una vez y que no hagan perder el tiempo.
Esa es la firmeza que debe mantenerse, pues está claro que si bien la paz tiene un costo tampoco puede pretender lograse a cualquier precio. El Ejecutivo, por ejemplo, no puede ceder a las pretensiones de cese el fuego bilateral en las que ha insistido la guerrilla, pues está claro que dicho escenario sería utilizado por las Farc para tratar de fortalecerse bélicamente y sentirse con más dominio en la mesa de diálogos. Si no están dispuestos a negociar en medio de la guerra, lo que deben hacer es levantarse ya de la mesa.
A las Farc solo parece interesarles persistir en el conflicto armado, lo que le dejaría al país solo el desgastante camino de la confrontación, en la que todos los colombianos perdemos. El error de esa guerrilla, con lo que está ocurriendo, es de dimensiones mayúsculas y torpedea el moderado optimismo que muchos colombianos han expresado alrededor del proceso.
Se tiene previsto que esta semana se retomen las conversaciones en La Habana, las cuales buscan en primera instancia la terminación del conflicto. Exigimos que se dé la liberación inmediata de los dos policías, pues de otra forma los diálogos no tienen sentido. Una cosa es que en las lógicas de la guerra se den enfrentamientos que dejen heridos y muertos en combate, pero otra muy diferente es usar el arma cobarde del secuestro como mecanismo de presión.
Las Fuerzas Militares deben fortalecer sus operativos y búsqueda de los cabecillas de las Farc en las montañas colombianas, para seguir debilitando sus estructuras. No puede permitirse que busquen dar golpes de opinión a través de atentados, secuestros u otras prácticas aberrantes, sus líderes deben entender que el país no está dispuesto a más engaños y que les llegó la hora de actuar con sinceridad.
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