Todo indica que quienes dicen que Colombia es un país de abogados tienen toda la razón. Entre el 2013 y el 2014 se matricularon en las diferentes facultades de Derecho del país 276.977 estudiantes, mientras que en los últimos cinco años no hay un solo graduado de carreras como agrología, oceanografía física o estadística informática. De acuerdo con el Observatorio Laboral de Educación del ministerio del ramo, hay numerosas carreras a las que acuden muy pocos, mientras que hay pocas carreras, las tradicionales, que son estudiadas por la mayoría, lo que no obedece a las necesidades de profesionales en Colombia.
Al lado de los abogados abundan los profesionales en Administración, Contaduría Pública y Psicología, entre otras carreras tradicionales. Hay un círculo vicioso en el que los alumnos optan por programas que tradicionalmente se han considerado exitosos, pero que no corresponden a lo que se requiere para el futuro. Entre tanto, las universidades ofrecen lo que más demandan los estudiantes, sin que ello corresponda a lo que le falta a la sociedad. En esto habrá que hacer ajustes para una correspondencia más efectiva.
Programas como los de agrozootecnia, artes liberales en ciencias sociales, museología y matemáticas aplicadas solo graduaron a un profesional al año en promedio, durante el último lustro. Caso parecido lo viven la agronomía, la nutrición y dietética, la optometría, la antropología, las artes liberales, la ingeniería biomédica, la física, la geología, las matemáticas y las artes representativas. Las explicaciones que da el Ministerio acerca de que las universidades tienen la libertad de ofrecer los programas que más les demandan, o que les dejan más plata, no es satisfactoria. Lo que hay que buscar es que ofrezcan los programas que se necesitan en el sector productivo y el propio mercado se encargará de remunerarlos mejor.
Es paradójico que se sepa que los egresados de Matemática, Estadística, Agronomía, Licenciatura en Educación básica con énfasis en educación artística y cultural y Licenciatura en Lenguas extranjeras puedan alcanzar salarios muy superiores a los del promedio de profesionales, en su enganche, y que no haya fomento para que más personas ingresen a esos programas. Es clave que se ofrezcan buenas asesorías a los jóvenes bachilleres para que no terminen yéndose por las mismas carreras de siempre, y que eso les permita desarrollar habilidades que el país necesita para ser más competitivos.
Otro punto preocupante es que un reciente estudio de la Asociación Colombiana de Facultades de Ingeniería haya establecido que Colombia no cuenta con todos los ingenieros que su desarrollo demanda, sobre todo en las áreas del agro, la energía eléctrica y la tecnología, sistemas e innovación. Lo más complejo es que hace 10 años se graduaban en el país más ingenieros de los que hoy logran obtener el título. Hay estudios que muestran que los niveles de deserción de estos programas son los más altos. Deben estudiarse las causas de este fenómeno para lograr que podamos tener los profesionales que requiere el mercado laboral.
A esto hay que sumar la advertencia que hace un tiempo hicieron la EAFIT y el Infosys, contratados por el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, en el sentido de que el año pasado había un déficit de 15 mil ingenieros de sistemas y que en el 2018 esa cifra se podría elevar a los 93 mil. Se requiere que el Gobierno Nacional y el sector privado se pongan de acuerdo en el montaje de estrategias que incentiven a los bachilleres a estudiar las carreras que el país necesita, pues de lo contrario las metas de competitividad en el mediano y largo plazo podrían verse en serios problemas.
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