Se cumplen hoy los primeros cinco años de Juan Manuel Santos en la Casa de Nariño. Su primer gobierno, del 2010 al 2014, tuvo énfasis en lo que llamó las locomotoras de la prosperidad, y que corresponden a los temas de vivienda, infraestructura, agro, minería e innovación, en los cuales hay algunos logros, pero también profundos rezagos. Para su segundo gobierno, que comenzó hace un año y se extenderá hasta el 7 de agosto de 2018, el mandatario tiene tres ejes fundamentales: equidad, paz y educación.
Si observamos las directrices trazadas en el 2010, podríamos decir que la infraestructura ya está caminando, después de una espera que algunos han considerado larga. De todos modos se tiene la esperanza de que en tres años Colombia pase de estar entre los países más atrasados de América Latina, a estar entre los primeros, al lado de México y Brasil. En lo relacionado con vivienda también hay que reconocer que se ha avanzado bastante con el programa de 100 mil viviendas gratis, con lo que se le viene dando un golpe certero a la pobreza. En innovación se tiene un balance bueno, pero aún falta mucho para tener un país moderno y a la vanguardia en temas de telecomunicaciones y adelantos tecnológicos. En lo que al gobierno de Santos no le ha ido bien, pese a considerarlo locomotora del desarrollo, es en los asuntos agrarios, en los que incluso para el año entrante se tendrán recortes del presupuesto de un 42% con respecto a lo previsto para este año. En minería tampoco hay buenas noticias, ya que además de que el boom que se anunció a principios de la década se quedó en muy poco, la caída de los precios del petróleo y del carbón perjudicó gravemente las finanzas oficiales. En estos dos aspectos está todavía pendiente la tarea para Santos en los próximos tres años.
Los temas de equidad, educación y paz van avanzando a un ritmo aceptable en el primer año, pero las amenazas a su realización son múltiples. Si bien los acuerdos de La Habana han avanzado a puntos en los que no se había logrado nada en el pasado, la posibilidad de que las conversaciones se rompan por un incumplimiento de las Farc en su cese unilateral, por ejemplo, o porque no sea posible pactar salidas judiciales para los jefes guerrilleros o que los subversivos se nieguen a entregar las armas, tienen siempre en vilo la paz. El desafío es grande para Santos, quien tendrá que dar buenas noticias pronto sobre el acuerdo para el fin del conflicto, si no quiere que se le enrede el resto de su gobierno.
Como si fueran pocos los peligros para el futuro de su administración, cada día surgen nuevas amenazas a la estabilidad económica del país. Si bien la economía ha resistido las tormentas internacionales, comienzan a verse indicadores como el de inflación que se eleva más allá de lo previsto. Los recortes en el presupuesto por la caída de los precios del petróleo, una devaluación del peso colombiano más allá de límites positivos, unas exportaciones que no despegan pese al buen ambiente para hacerlo y la certeza de que el crecimiento económico estará por debajo de lo calculado, pone en aprietos su gestión. Para bien de los colombianos esperamos que tenga la sabiduría para capotear el temporal.
Los líos económicos podrían llevar a que la educación y la equidad en la que pretende enfocarse en su segundo gobierno tengan al frente grandes obstáculos. De todos modos, es fundamental que haya persistencia en esas tareas, ya que son caminos estratégicos para que Colombia en el futuro sea un país más justo, con más oportunidades, con posibilidades mayores de crecer y con la competitividad que se requiere en el mundo de hoy.
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