Durante la semana reciente el precio del petróleo tuvo un alza del 10,1%, en promedio, como consecuencia del inesperado acuerdo del pasado miércoles entre los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para reducir su producción durante seis meses prorrogables, con el propósito de lograr una reacción en el mercado, como en efecto ocurrió. La calidad de histórica de esta determinación es reforzada por la presencia de Rusia en la reunión, país que no pertenece a la OPEP y que no participaba en este tipo de encuentros desde el 2001. Además, es el primer consenso logrado después de ocho años de desacuerdos.
El recorte de la producción es del nivel de 1,2 millones de barriles diarios, y hasta 3,2 millones de barriles diarios, de acuerdo con el comportamiento del mercado, donde hoy el crudo está en cerca de 50 dólares el barril, cuando hace dos años su precio rondaba los 110 dólares. Analistas estiman que la medida puede llevar a que pronto se alcance una cotización cercana a los 60 dólares, cifra que lograría hacer viable esta industria. De hecho, la reacción se vio de inmediato y el Brent para entrega en enero subió casi 4 dólares y el WTI llegó a los 49,21, en un alza también importante.
Ahora bien, ante las perspectivas de una oferta reducida en el panorama futuro es posible que se reactiven en los Estados Unidos, por ejemplo, los niveles de producción, y que eso genere nuevas tensiones en los precios internacionales del crudo o por lo menos algunos momentos de volatilidad. De hecho, los contratos de WTI alcanzaron niveles inusitados en la Bolsa Mercantil de Nueva York, donde subieron a los 2 mil millones de barriles transados, en un nuevo récord de negociación de futuros.
Si tomamos en cuenta que a comienzos de este año el barril del combustible cayó por debajo de los 30 dólares, estamos ingresando en una realidad muy diferente que va a comenzar a impactar la economía del mundo en forma directa y de manera favorable, sobre todo porque los inventarios del crudo en los Estados Unidos también han caído, igual que los niveles de producción en ese país. En el mediano plazo Colombia va a sentir el impacto de lo que está ocurriendo, y podría comenzar a recuperar la renta petrolera de casi $20 billones al año.
Si funciona la estrategia de los miembros de la OPEP (que producen la tercera parte del petróleo en el mundo, 32,5 millones de barriles diarios) y los precios internacionales del crudo se recuperan a buen ritmo, los ingresos fiscales de nuestro país podrían mejorar de manera ostensible, no solo llevando a que la estatal Ecopetrol recupere sus finanzas, sino logrando que el Presupuesto Nacional reciba recursos frescos que rescaten el nivel de inversión pública que se traía.
Como sea, es importante que en lo que resta de sesiones en el Congreso de la República este año se avance en la Reforma Tributaria que allí se discute, con el fin de que los años venideros signifiquen una recuperación de los ingresos oficiales y una nueva dinámica para la economía. Colombia tiene que aprovechar este momento para hacer ajustes importantes en su estructura de financiación del Presupuesto, para dejar de depender tanto de las fluctuaciones del precio del crudo, y más bien tener ingresos estables por vía de impuestos y acelerar en el crecimiento de unas exportaciones diversificadas.
También es clave, de todos modos, que el país recupere el ritmo de exploración y producción petrolera, de tal manera que aproveche las buenas cotizaciones que seguramente vendrán en los próximos años.
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