El contundente triunfo de la oposición venezolana en las elecciones para la Asamblea Nacional del pasado domingo y las declaraciones de aceptación de la derrota del Gobierno dan espacio para pensar que puede haber un diálogo político abierto en el país, que por primera vez en 16 años ve ganador de un proceso a alguien diferente al chavismo. No obstante, aún es pronto para saber si el cambiante humor de los gobernantes venezolanos, encabezados por su presidente, Nicolás Maduro, resiste lo suficiente los cambios que pretendan promover las nuevas mayorías, que también tienen un reto mayúsculo para no desperdiciar la oportunidad que se les abre.
Hay que recordar que la oposición en Venezuela la conforman sectores diferentes, cargados de matices. Después de varios traspiés en elecciones pasadas, de divisiones intestinas y de los ataques del Gobierno que han llevado a varios de sus integrantes a la cárcel y al exilio, se abre paso para proponer un modelo de país diferente al llamado Socialismo del Siglo XXI, que se ha vuelto insostenible no solo por los bajos precios del petróleo, sino por el excesivo gasto acumulado a través de los años, lo que ha propiciado un desbalance en todos los indicadores macroeconómicos, que a pesar de los marcados controles que se intentan imponer, los remedios han resultado peores que la enfermedad.
Así pues, que será importante que la oposición sepa aprovechar el momento y la oportunidad y trate de entablar un diálogo con el Gobierno para que se puedan desarrollar ideas y propuestas que saquen del atolladero al vecino país, que tanto lo necesita. Claro, un diálogo para que no sea de sordos, tiene que ser por lo menos entre dos partes y nadie está seguro de que el chavismo esté dispuesto a hacerlo, pues ya ha hecho desplantes en otras oportunidades, se ha pasado las normas sin pena y sigue al frente del ejecutivo y con mucho poder. Ojalá no se tome el derecho a impulsar nuevas leyes del tipo habilitante, que le impidan a la próxima Asamblea hacer su trabajo. Este mes, antes de la posesión de los nuevos elegidos el 5 de enero, será clave para entender cuál será el papel del Gobierno en el futuro de Venezuela.
Hay que resaltar que las elecciones se dieron en relativa calma, a pesar de la censura impuesta a los expresidentes de varios países latinoamericanos que habían asistido al proceso electoral invitados por la oposición y de que el clima democrático estaba enrarecido por la detención de líderes opositores y el asesinato de uno de ellos en plena plaza pública. No obstante, que los venezolanos hubieran podido votar sin contratiempos y que se conocieran resultados pronto, además del reconocimiento de la derrota de Maduro, que cambió así su discurso amenazante de hace solo una semana, permiten pensar que es posible creer en que Venezuela puede cambiar y salirse del modelo casi dictatorial que se venía imponiendo. Hacemos votos para que así sea.
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