Esa fatalidad que parece y es inatajable en muchos casos, también puede prevenirse. El suicidio es un mal que golpea muy fuerte a las familias en las que se presenta y más cuando se conoce que en ocasiones es un final previsible en personas que han sido diagnosticadas con enfermedades mentales que de no ser atendidas a tiempo o suficientemente pueden terminar en la fatal decisión. En estos días estuvo en Manizales la escritora Piedad Bonett, quien a través de un hermoso libro, Lo que no tiene nombre, narró la experiencia de saber la inexorable suerte de su hijo, esquizofrénico, quien sobrevivió a varios intentos de quitarse la vida hasta que finalmente lo cometió, a los 28 años. Se ha convertido en todo un tratado de reflexión en torno al suicidio, a la aceptación y a la comprensión de lo inentendible.
Es un asunto que en nuestra región debe preocuparnos, pues sigue superando la tasa nacional, al lado de otra docena de departamentos. La decisión suicida se presenta aquí en buena parte derivada de enfermedades mentales, una de ellas de alta incidencia el trastorno afectivo bipolar, que en algunos municipios de la región puede llegar a afectar al 5% de la población, mientras que en el mundo se da entre 0,4 y 1,6%. Eso es lo que nos hace llamar la atención sobre la necesidad de que se tracen políticas públicas más contundentes que permitan intervenir esta situación y llevar tranquilidad a cientos de familias que tienen integrantes que padecen de estos males.
Como lo explicaron expertos en dos informes publicados la semana pasada en LA PATRIA sobre este asunto, parte del problema radica en que este tipo de enfermedades todavía son miradas por muchos con cierta prevención y temen que ir al psiquiatra sea aceptar que están locos o que si son medicados para regular sus niveles anímicos entonces es porque no son simplemente capaces de controlar su vida, como si esto dependiera solo de la buena voluntad. Así que debemos empezar por concienciar a la población de que aceptar que se puede caer en una enfermedad de tipo mental es dar los primeros pasos para salvar la vida. Lo peor que se puede hacer frente a un diagnóstico en ese sentido es la negación o, peor, la estigmatización.
300 de los 400 intentos de suicidios que se registraron en Manizales en el 2014 los cometieron niños y jóvenes entre 10 y 29 años, según las cifras que maneja la Secretaría de Salud. En Caldas se concretaron 52 episodios y a mayo del 2015 se registran 21 muertes por esta causa. Esto también tiene un alto componente de falta de educación para aceptar los fracasos, bien sean sentimentales, económicos o intelectuales y si a ello se le mezclan depresores como el alcohol o las drogas, pues estamos incentivando el problema en lugar de acometer conductas saludables.
Estrategias como la Red de Prevención de la Conducta Suicida anunciada la semana pasada por la Secretaría de Salud y universidades puede ayudar, pero se requiere también de que se tracen planes de salud pública que incluyan la visita de psiquiatras semanalmente a nuestros municipios y comunidades para atender a los pacientes que requieren de ello. Eso sería clave para aliviar este problema.
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