Más energía, más responsabilidad

Una región que piensa en su futuro energético está concentrada, realmente, en un asunto estratégico de la construcción de un mejor porvenir. Esto fue lo que ocurrió el pasado 27 de mayo, cuando por invitación de la Corporación Cívica de Caldas y LA PATRIA líderes del sector energético de la región y voceros de las autoridades locales y regionales, y de la comunidad, se concentraron a reflexionar acerca de hacia dónde van las hidroeléctricas que actualmente se planean o construyen en esta zona del país.
Durante el conversatorio, en el que participaron los gerentes de Chec, Inficaldas y la hidroeléctrica El Edén, el director de Corpocaldas, el decano de Ingeniería de la Universidad Nacional sede Manizales, el alcalde de Manzanares, la corregidora de Bolivia (Pensilvania) y voceros de la comunidad, se pudo debatir alrededor de los dilemas de impulsar el desarrollo en medio de riesgos ambientales, una realidad que siempre está presente en este tipo de proyectos, pero que tiene opciones de salida para obtener el mayor beneficio social, ambiental y económico en un territorio.
En el pasado fue el proyecto Miel I, en Norcasia, municipio del oriente de Caldas. Grandes obras de infraestructura fueron necesarias para sacar adelante dicha iniciativa, hoy de gran significado para el sistema generador de energía en Colombia. Su ejecución también se dio en medio de fuertes polémicas por los cambios que se darían en la naturaleza; es un hecho que hubo transformaciones importantes, pero nadie niega que las consecuencias pudieron mitigarse en buena medida, que el apocalipsis del que se hablaba no ocurrió, y que los municipios se han lucrado con los beneficios de que exista dicha represa.
Ahora en Caldas hay proyectos hidroeléctricos tan importantes como El Edén, con áreas de influencia en Pensilvania, Manzanares y Marquetalia, o Morro Azul, con incidencia en Anserma, en límites con el departamento de Risaralda. Se han dado críticas acerca de su ejecución, muchas de ellas bien sustentadas, debido a las posibles consecuencias ambientales negativas, pero también se ha tenido la oportunidad de corregir, mitigar o compensar los efectos. Como se dijo en el conversatorio, si los municipios esperan beneficios del desarrollo también deben estar dispuestos a aportar recursos hídricos para los proyectos energéticos. De otra manera no es posible.
Para lograr armonía en estos proyectos resulta vital el diálogo con las comunidades, para hallar soluciones cuando surjan los problemas; si no es así se terminan cometiendo errores que después resultan más costosos. Caldas puede considerarse privilegiado por ser un departamento rico en fuentes hídricas, pero por lo mismo no solo debe protegerlas sino usarlas para la generación de energía, cuidando que en lugar de que mermen, sus caudales aumenten. Solo así podrá ejecutarse de manera sostenible y responsable el proyecto de las diez microcentrales del oriente de Caldas, las cuales podrían causar un impacto muy positivo para todo el departamento.

Está bien que se siga pensando en el proyecto Miel II, que arroja proyecciones tan buenas en materia de generación energética y de recursos económicos para Caldas en el mediano y largo plazo, aunque eso no debe significar que se renuncie a participar en El Edén, como se ha pensado. En esto debemos ser ambiciosos, para que el Departamento logre beneficios financieros que se puedan reinvertir en las comunidades. Además, su presencia en los proyectos actúa como un regulador natural frente a su operación responsable. Ahora que se habla de la posibilidad de emprender iniciativas geotérmicas en el Volcán Nevado del Ruiz también hay que estar presentes. Igual hay que hacer con la idea de una hidroeléctrica en el área de Río Blanco. Todas esas son apuestas de futuro que bien llevadas serán de gran beneficio para toda la región.