Los yihadistas del Estado Islámico vuelven a poner al mundo en vilo con sus horrendas acciones terroristas. De manera similar a como actuó el asesino de esa agrupación en Niza (Francia) hace cerca de cinco meses, esta vez un loco manejando un camión atropelló y mató a 12 personas e hirió a 48 más en Berlín, capital de Alemania. Los hechos ocurrieron en un mercadillo de Navidad, lo que evidencia el interés de estos fanáticos islámicos por atacar puntos sensibles para el mundo cristiano que por está época celebra el nacimiento de Jesús.
Para que el balance de lo ocurrido en Alemania resulte peor, el único detenido por los hechos fue dejado libre ayer, debido a que no fue posible comprobarle responsabilidad alguna en el ataque, y por el contrario sería un joven paquistaní de 23 años con solicitud de asilo en ese país, quien negó estar involucrado en el atropellamiento perpetrado por un camión de placas polacas. El gran temor ahora es que, así las cosas, el terrorista que no solo atropelló a las personas que estaban en el mercadillo, sino que asesinó al conductor oficial del camión, está en estos momentos suelto y armado, con posibilidades de volver a atacar.
Los terribles hechos de Alemania coinciden con el asesinato a sangre fría del embajador ruso en Turquía, Andréi Kárlov, a manos de un joven policía turco que estaba fuera de servicio, quien arengó que su acto era una venganza por lo ocurrido en Alepo (Siria), donde la oposición a Bachar Al Asad fue derrotada, y donde al mismo tiempo murieron miles de inocentes en una guerra que no se mide en nada. La relación de ambos hechos con acciones terroristas afines a las maneras de actuar de los yihadistas es innegable, y enciende de nuevo las alertas sobre los excesos a los que pueden llegar sus militantes y la vulnerabilidad en la que nos encontramos en Occidente frente a tales amenazas.
En respuesta al crimen del diplomático, Rusia, Irán y Turquía acordaron ayer actuar como garantes en las conversaciones de paz entre el gobierno de Siria y los opositores, y buscar que el alto el fuego se pueda extender como un paso inicial hacia el fin de la inútil guerra que ajusta ya cinco años. En estos momentos confusos son importantes las labores de cooperación entre países que tienen participación directa e indirecta en los conflictos del Oriente Medio, y que actúan como motor de los actos terroristas que vienen teniendo a Europa como su blanco. Ellos tienen responsabilidad directa al respaldar, como es el caso de Rusia y Turquía, a bandos contrarios en el conflicto sirio.
Los países con liderazgo en el Oriente Medio, las potencias europeas y demás países poderosos con influencia en esa zona del mundo tienen que unir esfuerzos para ponerle fin a esa guerra, y ponerse de acuerdo acerca de las mejores estrategias para luchar en contra de los terroristas que con actos demenciales como los recientes buscan sacar de quicio al mundo y llevarlo a la desestabilización. Deben ejecutarse tareas muy claras y contundentes que le pongan freno al desangre sirio y que bloqueen todo tipo de acción yihadista que siga poniendo al mundo en riesgo.
Cada vez queda más claro que para los yihadistas no hay límites para actuar y que cualquier forma de generación de pánico a lo más representativo de Occidente es válida para ellos. Por eso, más que las estrictas medidas de seguridad se requieren avances en inteligencia que logre desarmarlos antes de que ejecuten sus acciones extremistas.
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