Se ha vuelto lugar común que numerosos jóvenes menores de 18 años se vean inmersos en situaciones delincuenciales, a las que llegan generalmente usados por organizaciones criminales que aprovechan su arrojo y los pocos riesgos en cuanto a la posibilidad de que ellos terminen en la cárcel, gracias a la protección de la que gozan por no ser aún adultos. Estadísticas de la Policía Metropolitana de Manizales señalan que en el 2014 fueron aprehendidos 502 menores por distintos delitos. En lo que va de 2015 la cifra va en 335, lo que muestra una tendencia que está lejos de mermar.
Está identificado que los delitos relacionados con el microtráfico son los que más comprometen a los niños y jóvenes de Manizales y Caldas que se ven involucrados en este tipo de conductas. En la práctica los narcotraficantes se lucran de un negocio que destruye a los jóvenes no solo por la vía del consumo sino de su reclutamiento para la ejecución de las tareas más sucias, desde la distribución de alcaloides en escuelas y colegios, por ejemplo, hasta el sicariato. Los hurtos a personas, las lesiones personales, el porte ilegal de armas y demás actos de violencia y crimen hacen parte de las causas de las aprehensiones.
Aterra, por ejemplo, que según estudios de la Secretaría de Gobierno de Manizales, cerca del 30% de los homicidios que se cometen en esta ciudad involucran a menores de edad, quienes muchas veces prefieren pasar largas temporadas en los programas de resocialización que se tienen en la región, porque gozan de más comodidades que en sus casas, donde los problemas de convivencia son, generalmente, críticos. Eso indica que es necesario que haya castigos más fuertes, por lo menos, para los mayores de 14 años que tienen una conciencia más clara de lo que están haciendo.
La blandura de los castigos que reciben los menores cuando cometen crímenes se convierte en un estímulo para que actúen sin mayor recato, y que sus vidas terminen por no ser rescatadas de la oscuridad a la que ingresan desde niños, en muchos casos. Por eso, se ven numerosos menores que cometen delitos, pasan algún tiempo en lugares como Los Zagales, y luego salen a seguir con las mismas fechorías. Así crecen y se convierten en peligrosos jóvenes criminales y más adelante, muchos de ellos, en delincuentes profesionales que siembran el miedo entre las comunidades.
Nos da la impresión que los programas de prevención que se ejecutan desde la Alcaldía de Manizales y desde otras organizaciones y fundaciones se quedan a mitad de camino, y que no cumplen a cabalidad con el objetivo de sacar a los niños del ambiente del delito. Ya se tienen identificados 39 parches en la capital caldense, y se conoce acerca de su ubicación y características, pero entrar a que los niños y jóvenes que los conforman encuentren oportunidades para que estén ocupados sanamente no ha tenido los avances necesarios. Si bien algunos se han empleado en obras públicas y call center, lo cierto es que falta una estrategia integral que los rescate de las fauces de la delincuencia organizada.
Hay que fortalecer los programas psicosociales y pedagógicos que ayuden a que los niños y jóvenes que han caído en las garras del crimen puedan transformar positivamente sus proyectos de vida, pero eso también tiene que ir de la mano de procesos disciplinarios más consistentes que los obliguen a alejarse de la delincuencia que gobierna sus vidas.
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