Es difícil entender la importancia de la monarquía en los países que la conservan, cuando la vemos desde una nación como la nuestra con una historia de 200 años de republicanismo y que luchó precisamente para terminar con la idea de un rey que encarnaba el poder del Estado, en esas épocas omnímodo y despótico. De ahí que mucho de lo que hemos visto con la visita de Juan Manuel Santos al Reino Unido nos parezca en algunos casos folclor, pero que realmente se trata de un simbolismo que se ha nutrido durante siglos y que precisamente es la manera de manifestarse de esa forma de gobierno, tan ajena para nosotros, pero tan interiorizada en donde existe y que infunde tanto respeto y sentido de unidad.
Fue en esa monarquía, precisamente, en donde se dieron los primeros pasos de la democracia moderna. En 1215 el descontento de los lores con el poder del rey consiguió que se estableciera la primera representación colectiva con poder, desde el Senado romano. Allí los lores lograron que se les diera la posibilidad de tomar algunas decisiones y esto quedó establecido en la Carta Magna, origen del constitucionalismo. Hoy esa monarquía es democrática y de ahí que haya logrado caminar al paso de los tiempos, sin necesidad de convertirse en una República.
No es menor que la visita del presidente colombiano sea de Estado, por invitación de la reina Isabel II. Esto no sucede con cualquier Gobierno y en esto tienen todo que ver los esfuerzos de Santos por firmar la paz con las Farc, lo que le ha dado a Colombia una imagen de esperanza en un mundo agobiado por la zozobra de conflictos de toda clase. A esto se suma que de alguna manera este año estas dos naciones sufrieron sorpresas democráticas. El Brexit al otro lado del Atlántico que ordenó la separación de la Unión Europea y el plebiscito en el nuestro.
En el nuevo orden económico mundial, el Reino Unido sigue siendo un poderoso país, con un respeto internacional único. Lejos está de ser la potencia militar con dominios en varias colonias a lo ancho del mundo. Hoy se trata de un Estado moderno, interesado en hacer negocios, con un alto interés demostrado en que se fortalezcan las democracias. Su experiencia con las guerras, que ha sufrido, así como con el terrorismo lo hacen un par que puede entender muy bien los alcances benéficos de una paz.
Durante la visita de Estado, el presidente Santos no solo se reunió con la familia Real, sino que se encontró con empresarios, con el parlamento y con la primera ministra, que tiene grandes retos, después del Brexit. Entre los logros más destacados se encuentra la firma con ese país de un acuerdo para que no se dé la doble tributación, que fijará, según el Ministerio de Hacienda, reglas claras sobre ingresos o patrimonio, que de modo contrario tendrían gravámenes similares en ambos países. Es una manera de promover mayor intercambio comercial y facilitar la inversión en Colombia. Esto se aplicará inclusive a los fondos de pensiones de ambos estados.
Más allá de lo pintoresco que tanto se ha destacado de la visita presidencial, lo más importante es que Colombia es vista hoy con otros ojos. Empieza a dejar atrás el estigma de Estado paria que lo acompañó por décadas. El reto es cristalizar esos anhelos en hechos concretos y se deben dar los pasos seguros para que así sea, y para eso se necesita de la comunidad internacional y de estados líderes como el Reino Unido.
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