Se cumplieron el sábado 200 años de la muerte de un hombre justo, Francisco José de Caldas, el sabio que inspiró el nombre para esta comarca, inicialmente entre el río Magdalena y el río La Vieja y posteriormente el territorio que ocupan hoy los 27 municipios. Decir Caldas es hacer homenaje a la inteligencia, a la capacidad de adelantarse a su tiempo, a la posibilidad de hacer ciencia y ser reconocido por otras inteligencias de su época. Un innovador lo llamarían hoy. Fue discípulo aventajado de ese español que se enamoró de estas tierras hasta conocerlas mejor que cualquier nativo, el sabio José Celestino Mutis, promotor de la Expedición Botánica, con la cual supimos más qué éramos, como nunca antes.
Hay quienes han criticado a Caldas por tener el grado de teniente coronel. Lo ubican a la hora de la historicidad en el lado de los guerreros, de los militares que hicieron del país un río de sangre. Nada más equivocado. Claro que participó de la Independencia y en la idea de echar al imperio, pero no hay registro de que haya participado en batallas. Su genio le brindó el título, su inteligencia, lo supieron sus congéneres, era necesaria si se quería definitivamente romper el cordón umbilical que nos ataba a la corona. Por eso fue ingeniero militar. "Puso sus conocimientos sobre químicos al servicio de la democracia y de la lucha política", describe el historiador Pedro Felipe Hoyos Körbel.
Caldas era ante todo un hombre de ideas, al que le faltó tiempo para encumbrarse más. Solo con escarceos con la ciencia se atrevió a cartearse con destacados hombres de mundo de la época y pudo diseñar instrumentos que le permitían hacer mediciones imposibles. Resultó ser un académico ilustrado para la escuela de ingenieros en Medellín, un gran recolector de minerales y plantas para el estudio. Esta idea de un Caldas innovador, de un Caldas explorador, de un Caldas inventor enaltece el nombre de nuestro departamento. Porque se escogió para él cuando se creó con el fin de terminar de una vez por todas las guerras de los supremos, entre caucanos y antioqueños, y con la esperanza de sembrar paz en el territorio, después de la debacle que resultó la Guerra de los Mil Días.
Además, nos recuerda cada día que los caldenses tenemos tanto de antioqueños como de caucanos y es esa mezcla la que permite darnos una diferenciación de unos y otros. El 29 de octubre de 1816 fue fusilado como muchos otros en esa reconquista española el sabio Caldas. Cayó por mandato de un rey tirano que quería a toda costa recuperar el poder perdido con la emancipación seis años antes.
Si un nombre imprime carácter, como se ha sostenido por años, el de Caldas es el mejor que pudo escogerse para este departamento que cree en la educación como motor de su desarrollo, que hoy busca posibilidades en la biología computacional, que tiene mucho que ver con la labor que en su época hacía el sabio. Los homenajes serán apenas los justos. Un ramo floral el pasado sábado en el Parque Caldas, en donde debe mantenerse a salvo su imagen, y una serie de conferencias el miércoles y el jueves en la Gobernación. Es importante entender nuestra historia, impedir que se olviden las gestas de nuestros grandes hombres. Entender la sabiduría de Caldas y acogerla sería la mejor manera de rendirle homenaje en este departamento que perpetúa su legado.
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