La locomotora de la innovación iba a ser la que prepararía el país para dar el paso al desarrollo y generar valor agregado a los productos que se exportaran desde Colombia, era la que iba a alimentar las ganancias extraordinarias que se recibieran durante la bonanza minero energética y de esa manera evitar problemas como la enfermedad holandesa o superar males históricos como la dependencia de la tasa de cambio como único factor para la competitividad. Esto se anunció con bombos y platillos, se reformó Colciencias para ello, se echó mano de parte de las regalías para apoyar a los investigadores, se generaron becas y programas para potenciar a los estudiosos en investigación y a las empresas que los contrataran, pero las buenas intenciones se quedan sin los recursos para hacer sostenibles los programas.
Llegó el momento de las vacas flacas y la ciencia y la investigación reciben un duro golpe en el presupuesto presentado por el Gobierno Nacional para el 2016. Se recortará en 20%, lo que parece normal dentro de las proyecciones que se tuvieron que hacer para el próximo año y que afectan a otras dependencias, pero el problema es que se trata de una disminución sobre las que ya se habían hecho en años anteriores y que criticó en su momento la caldense Paula Arias, que entonces dirigía Colciencias, lo que a la postre le costó el puesto. Ahora son académicos e investigadores de todo el país los que ponen el grito en el cielo por lo que consideran un error. Es con el conocimiento como se podrán superar los problemas del país y este solo se obtiene si se le invierte. De lo contrario, estaremos condenados a repetir los mismos errores del pasado.
De acuerdo con el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman, los recortes a Colciencias suman 38 por ciento en cuatro años, sin contar devaluación e inflación. El problema seguramente está en que hay un tren de gastos en muchos frentes y una afectación por menores ingresos ante la baja de los precios de las materias primas no renovables, sobre las que se había cimentado la economía colombiana en los últimos años. No obstante, recortar la inversión en la materia que puede ser el generador de nuevas riquezas no parece ser lo más sensato, sería bueno buscar otras alternativas, además porque con las cacareadas reformas para incentivar la investigación en ciencia y tecnología muchas personas apostaron a ello y ahora al reducir los presupuestos es posible que sus investigaciones queden truncas o, peor aún, su futuro tranquilo para investigar.
Entendemos que el país vive una situación difícil, que el dinero que se tiene no alcanza para todo lo que se necesita, pero es bueno que en Colombia se piense profundamente si vale la pena restringir la inversión en ciencia y tecnología, que no es precisamente la mejor tratada históricamente, sino que apenas recibe lo justo, muy por debajo de muchos países con los que tanto nos gusta compararnos, al punto que esta disminución puede afectar los mínimos que exige en esta materia la OCDE para hacer parte de su selecto grupo. Así pues que valdría la pena ver si es posible por lo menos mantener la inversión y demostrar con hechos, con plata, que realmente se quiere generar un cambio de paradigma en el desarrollo económico del país. No podemos sentarnos a esperar que este se dé por generación espontánea.
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