Cada vez se le cierra más el cerco a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a quien sectores de la oposición han querido sacar del gobierno desde hace varios años, pero que se ha mantenido hasta el momento capoteando un complejo escándalo de corrupción. La condena a 19 años de cárcel para Marcelo Odebrecht, expresidente de la empresa constructora más grande de Brasil, que también lleva su apellido, confirma las evidencias sobre los casos que tienen en jaque al patrocinador de su candidatura y expresidente Luiz Inácio Lula, quien la semana pasada también fue interrogado por la Fiscalía por los mismos hechos del caso conocido como Lava Jato.
No la tiene fácil Rousseff para mantenerse en el poder. Lo ocurrido con Odebrecht y con Lula muestra que en realidad se dieron sobornos a políticos y empresarios usando recursos de la estatal petrolera Petrobrás. Por los mismos delitos de lavado de dinero, corrupción y concierto para delinquir ya fueron condenados otros dirigentes de Odebrecht, como Márcio Faria y Rogério Araújo. Si el expresidente de la constructora decide acogerse a la figura de colaboración con la justicia podrían seguir cayendo peces gordos y el círculo se seguiría estrechando alrededor de Rousseff.
Todo indica que la presidenta conocía muy bien lo que estaba pasando en Petrobrás desde hace tiempo y que Lula recibió aportes de empresas como Odebrecht para su instituto, por lo que van a terminar vinculados necesariamente. La indagatoria de tres horas al expresidente, el pasado viernes, y todo el ambiente político que se ha generado en Brasil a partir de ese hecho, han agudizado la polarización, y las peticiones para que la presidenta se retire del cargo toman cada vez más fuerza.
Los seguidores del Partido de los Trabajadores (PT) y los de la oposición, encabezados por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), protagonizan todos los días marchas de respaldo y rechazo al actual gobierno de Rousseff. Es clara la posibilidad de que el juicio de destitución contra ella que cursa en el Congreso se acelere, y se evacue en menos de los tres meses previstos. No la tiene fácil la mandataria para salir incólume de este remolino que la rodea.
Hay indignación general en el país, y los ciudadanos están pidiendo a gritos que haya cambios, pero de acuerdo con analistas hasta el momento se han logrado destapar solo algunos hechos parciales de un fenómeno que es aún más profundo y complejo, y que compromete a diversos actores de todos los niveles en los sectores público y privado. El entramado de corrupción que se ha venido descubriendo en ese país parece no tener fin, y lo curioso es que involucra a actores que en el pasado fueron férreos opositores desde sus concepciones del Estado, pero que al compartir los poderes se terminaron pareciendo en lo peor de ellos mismos.
El espacio político que le queda a Rousseff es bastante reducido y los episodios cada vez más sorprendentes del Lava Jato lo único que hacen es desmoronar cada vez más las bases corroídas de su gobierno. Lo peor es que cada vez gana más fuerza la teoría de que a su campaña para la reelección ingresaron dineros provenientes de Petrobrás, lo que haría su administración totalmente insostenible, más cuando la crisis política viene acompañada de la peor situación económica de ese país en muchos años, con un PIB que cayó en el 2015 en un 3,8%, lo que ha llevado su favorabilidad al piso. Brasil se juega su futuro por estos días, a escasos meses de los Juegos Olímpicos de los que será anfitrión, y que se desarrollarán en medio de un ambiente enrarecido.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015