Después de 22 años, la producción de café volvió a subir a niveles que pueden ser considerados significativos, lo que se cruza con un momento de precios internacionales aceptables, de cerca de 1,20 dólares la libra de café colombiano en la Bolsa de Nueva York, en promedio. Esa combinación afortunada, en la que también hay que contar la devaluación del peso frente al dólar, hace que los cafeteros no estén hoy en graves problemas económicos, como sí pudieran estarlo si los volúmenes de cosecha estuvieran en los niveles promedio de la última década.
Sin embargo, eso que parece tan bueno no lo es tanto, debido a que los fertilizantes y plaguicidas son en su mayoría importados, lo que ha hecho que a los ya altos precios de esos productos se les sume el incremento que se deriva de un dólar caro. A eso hay que adicionar que no hay mano de obra suficiente para recoger los numerosos granos rojos de los palos, lo que podría llevar a que en algunos lugares no se pueda recoger toda la cosecha y que buena parte de ella se termine perdiendo. Además, está en juego la calidad del café, ya que los granos brocados y la pasilla van en ascenso.
También es perjudicial para el café el fenómeno de El Niño que hoy estamos afrontando y que ya está quemando numerosos árboles, mientras que otros no tendrán la florescencia que se requiere para una buena producción el año entrante. Además, la sequía no le ha permitido a muchos ejecutar una buena labor de abono de los cultivos, lo que podría significar que, además de los riesgos fitosanitarios que se tienen cuando hay exceso de calor, se tendrán otros derivados de la falta de vigor de los árboles, al no poder absorber nutrientes fundamentales.
Si El Niño es demasiado severo y las lluvias se vuelven cada vez más escasas, como se pronostica, y dicha situación se extiende hasta marzo o abril del próximo año, podríamos decir que estamos ad portas de una emergencia sanitaria de grandes proporciones, que echaría a pique el optimismo que ha venido en ascenso entre los cafeteros. Así, el 2016 se torna un año incierto para la caficultura, por lo que en el próximo Congreso Nacional Cafetero deben adoptarse medidas que ayuden a soportar los peligros y salir adelante con éxito. Este año la cosecha podría llegar a 13,5 millones de sacos, pero no será fácil sostener esa cifra en adelante.
Es paradójica la actual coyuntura, en la que también se anuncia que el año entrante faltarán cerca de 40 millones de sacos de café en el mundo, ya que a la par que la producción de Brasil, Perú y Centroamérica ha caído en forma considerable, el consumo también está en incremento, sobre todo en los mercados emergentes. Así las cosas, Colombia debe pensar muy bien cuál será su estrategia de sostenibilidad, combinando calidad con volumen y rentabilidad, y logrando mejores precios a través de una estrategia coherente de cafés especiales. Estudios internacionales señalan que el consumo seguirá en alza y que los compradores son cada vez más exigentes, por lo que las oportunidades para nuestro grano son reales.
La Misión para la Transformación del Campo (iniciativa de Planeación Nacional) que tiene el propósito de asesorar al Gobierno en las políticas para el agro, tiene mucho qué aportar alrededor del cultivo del café y con estrategias de aplicación urgente. No solo se trata de plantear la transformación del ICA y del Incoder, como se está recomendando, sino que debe considerar al sector cafetero como un punto central de sus reflexiones.
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