La Policía Nacional celebró la semana pasada sus 124 años de historia. Se trata de una institución que ha tenido un recorrido vital para el fortalecimiento de la democracia en el país y que a través de los años ha sufrido en diferentes momentos reformas necesarias que le han permitido crecer, y ponerse a tono en el contexto internacional. Ahora tiene un reto enorme, recuperar el liderazgo en la seguridad ciudadana, en un país posiblemente sin Farc, si se firman los acuerdos de La Habana.
Lo extenso del conflicto armado en Colombia llevó a que lentamente el rol que debía cumplir la Policía de preservar la seguridad de los colombianos se viera afectado de dos maneras. Una, con la presencia del Ejército copando espacios naturales de un cuerpo civil armado como lo es la institución policial. La otra fue que la Policía misma fue tomando un tinte militarista. Decisiones necesarias para enfrentar ese enemigo que llevó al país a situaciones que son difíciles de entender en otras latitudes.
No obstante, en las últimas semanas la Policía ha sido noticia por hechos que casi nada tienen que ver con su rol principal, garantizar la seguridad de los colombianos y prevenir el delito. Algunos de ellos tienen tal tinte de querer afectar el buen nombre del director de la institución, el general Rodolfo Palomino, que no merecen comentario adicional. Es evidente la impronta de eficiencia y eficacia que ha impreso este oficial a la organización y que por ese talante se ha granjeado enemigos. Parece que buena parte de estos hechos están marcados por una rivalidad por el poder en esta institución, la misma que se presenta cada tanto y que termina generando problemas que desvían la atención de lo importante. Socavar el mando del director parece la consigna de estos camarlengos.
Bien vale la pena que el Ministerio de Defensa muestre liderazgo para aclarar con justicia estas situaciones, incluidas las denuncias que hizo el patrullero Rubén Darío Rosso en un video en el que aparece acompañado de lo que podrían ser compañeros y en el que critica muy duro lo que se está presentando en la institución, incluso las decisiones del presidente Juan Manuel Santos en el proceso de paz. La Policía no es un cuerpo deliberante, cuando lo fue en Colombia solo trajo problemas, pero eso no impide que los uniformados tengan opiniones.
Este documento revela el descontento de un sector de los miembros de la Policía Nacional por decisiones que han afectado la carrera y los planes de vida de muchos de ellos, como los cambios para efectos pensionales y de seguridad social, y la falta de cursos para ascenso. Hay personal hasta con 10 años sin ser llamado a una promoción. Es evidente que hay una falla en esto, pero también deben entender los agentes que en un país en paz las condiciones no pueden ser las mismas que tenían hasta ahora. Tampoco se puede perder de vista que en los últimos años la Policía ha perdido autoridad ante comunidades que la agreden con desparpajo.
Por todo esto, vale la pena que se aprovechen estos 124 años de vida institucional para que se profundice en lo que está pasando y se le ponga coto a estas pugnas internas. Bien valdría la pena solucionarlo de frente al país y no con documentos apócrifos y agresiones verbales que solo llevan a los ciudadanos a desmerecer de la Institución.
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