No se terminan de contar las víctimas fatales en Ecuador y la Tierra se movió ayer de nuevo de manera brusca en Chile, antes lo había hecho repetidamente en Japón, en donde también dejó medio centenar de muertes. La tragedia en el vecino país nos recuerda la vulnerabilidad a la que estamos sometidos todos, y en materia de movimientos telúricos, los países que nos encontramos alrededor del Cinturón de Fuego del Pacífico. La devastación que sufrieron los poblados turísticos de Pedernales y Portoviejo, así como la afectación en Manta, además de los daños en otras poblaciones de la costa ecuatoriana, son realmente conmovedoras.
La solidaridad no se hizo esperar y como ha sucedido en otros momentos en el mundo, se activaron todos los planes de colaboración para apoyar al Gobierno ecuatoriano en su tarea de asistencia a las víctimas y la posterior reconstrucción de los daños. Colombia reaccionó de inmediato para proveer las ayudas necesarias y enviar a expertos rescatistas que ya han demostrado su experticia y valor en otros lugares. Otros gobiernos, de un lado al otro del planeta, han anunciado apoyo para estas tareas, pues en este momento es poco todo lo que se logre sumar en beneficio de quienes resultaron afectados.
Este terremoto, tan cerca de Colombia, nos reitera que ante un evento de esta naturaleza nunca estamos preparados de manera suficiente. De hecho, por unos minutos estuvo activada la alarma por un posible tsunami, que por fortuna no ocurrió. Justo ahora que se está en la construcción de los planes de Desarrollo en el país, que la mayoría de los planes de Ordenamiento Territorial no se han actualizado, incluyendo a Manizales y casi todos los municipios de Caldas, vale la pena que nos demos cuenta de lo importante que es tener trazados planes exigentes en las construcciones, el rigor para hacer cumplir esas normas, y el trabajo educativo sobre cómo actuar en ese tipo de eventos, pues si nos hacemos los de la vista gorda con las realidades que tenemos, estamos dejando a la naturaleza que nos lo recuerde cuando menos pensemos, y no podremos decir que no estábamos avisados.
La cifra de víctimas mortales se aproxima dramáticamente y a cuentagotas al medio millar, entre las que se cuentan hasta ahora siete colombianos, mientras que los heridos alcanzan los 2 mil 500, situación que nos trae a la memoria lo que pasó en Armenia hace tres lustros, sin embargo, nos seguimos acordando de las medidas y su cumplimiento cuando vemos estas imágenes en los periódicos o en la televisión, pero apenas nos pasa el susto, se nos olvida el riesgo sobre el que estamos parados.
Es necesario acompañar con todo el apoyo necesario a los ecuatorianos, pero también debe ser otra oportunidad para que todos pensemos qué tan preparados estamos para actuar en estos casos y revisemos los planes en nuestras empresas, en los edificios que habitamos, si tenemos protocolos para reaccionar, si contamos con los elementos necesarios en caso de tragedia. En cualquier momento un sismo nos puede sorprender. De nosotros depende que podamos mitigar los efectos de una tragedia.
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