Vuelve el papa Francisco a América en medio de una gran expectativa por lo que pueden ser los resultados de su visita a Cuba, primero, y luego a los Estados Unidos. La idea del pontífice es ayudar a consolidar el proceso de reconciliación entre esos dos países, el uno comunista y el otro capitalista, que durante cerca de cinco décadas estuvieron distanciados y considerándose mutuamente como enemigos. A la isla ya habían ido dos papas, Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en el 2012, pero la visita que comienza hoy tiene un matiz especial.
El mundo espera que con este acontecimiento se aceleren los cambios en la isla, que se comience a dar en serio un proceso de apertura democrática, que el gobierno de Raúl Castro deje atrás esas prácticas que atentan contra las libertades individuales, que violan los derechos humanos, que coartan el desarrollo libre de la población cubana, y que deje que haya un intercambio sin talanqueras con el resto del mundo. Ya es hora de que los acercamientos que comenzaron a finales del año pasado entre estos dos países arrojen frutos que vayan más allá de la reactivación de las relaciones diplomáticas.
En Cuba estará el pontífice hasta el martes 22 de septiembre, y le tocará presenciar el indulto de cerca de 3.522 presos, lo que constituye un buen gesto del gobierno cubano, pero que desde luego resulta insuficiente. Es posible que tras la reunión que Francisco sostendrá con Fidel Castro aparezcan decisiones que lleven al cambio real que el mundo está esperando. No está en la agenda del papa ninguna reunión con representantes de las Farc o del Gobierno de Colombia que dialogan allí para acordar el fin del conflicto armado, pero no sería extraño que pueda darse algún acercamiento de ese tipo en el momento neurálgico que vive el proceso.
El papa Francisco también estará la semana entrante en los Estados Unidos, justamente en el Congreso, y posteriormente en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde les hablará a 170 presidentes y Jefes de Estado del mundo, lo que hará que las repercusiones de su visita a América tengan un alcance global. Eso podría significar que su papel de emisario de la reconciliación entre Cuba y Estados Unidos tenga un alcance aún mayor, y que se extienda a otros territorios en los que persisten graves conflictos nacionales o entre países vecinos. No sería despreciable que la actual situación entre Colombia y Venezuela, por ejemplo, tenga alguna manifestación de su parte.
La misión concreta del jerarca católico en el Congreso de los Estados Unidos será pedir que cese el bloqueo económico para Cuba, situación que 50 años después de haberse adoptado solo ha generado problemas a la población cubana, mientras que el régimen castrista ha logrado sobrevivir. El propio presidente Barack Obama será el encargado de recibirlo, pero el momento más esperado es cuando les hable en inglés a los senadores y representantes, de mayoría republicana. También en la ONU se espera que se refiera a problemas globales relacionados con la protección del ambiente, la pobreza, los refugiados y la trata de personas.
Será, pues, trascendental el viaje de Francisco a tierras americanas, el segundo que realiza este año. En su pasado periplo por algunos países de Suramérica fue significativo el acompañamiento de los católicos a todos los lugares en los que estuvo, a donde llevó un mensaje de cambio en la Iglesia para hacerla más cercana a la gente, para que se identifique más con los pobres, para que recobre los principios de amor al prójimo.
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