Si bien los colombianos se pronunciaron el pasado domingo, a través de las urnas, a favor de una mayoría de gobernadores y alcaldes, y nuevos miembros de asambleas y concejos que se han mostrado proclives a que la paz se construya a través del diálogo, la acción violenta del Eln en el municipio de Güicán, en el departamento de Boyacá, en la que murieron 11 soldados y un agente de la Policía, no deja más alternativa que la de responder bélicamente para frenar sus ínfulas terroristas y demostrar que el Estado colombiano no está dispuesto a tolerar más sacrificios de hombres que solo se dedican a garantizar la seguridad nacional.
Como si fuera poca cosa la masacre, esa célula del Eln, comandada al parecer por alias Pablito, se llevó secuestrados a dos soldados, lo que es a todas luces un acto que viola los mínimos principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Esa agrupación delictiva debe liberar de inmediato, sanos y salvos, a los dos uniformados, si es que quieren evitar que se les cierren de manera definitiva las puertas de una posible salida negociada del conflicto con esa guerrilla. Al día de hoy, la posibilidad de sentarse a conversar debe estar prácticamente descartada.
Es lamentable que esa guerrilla considere que haciendo estos atentados va a lograr que en una eventual negociación se les den más prerrogativas. Esa teoría anacrónica de tratar de llegar fortalecidos a una mesa de diálogos, usando la estrategia de profundizar la violencia, es una enorme equivocación que solo logra romper la ya poca confianza que millones de colombianos tienen frente a buscar la paz con los grupos armados ilegales. Antes que ataques, lo que tendrían que estar haciendo los guerrilleros es mostrando hechos de voluntad de paz, con el fin de obtener en respaldo ciudadano.
Además, es inaceptable el cinismo expresado por los líderes de esa agrupación subversiva, quienes dicen desconocer si el cruento atentado es autoría suya o no, pero que además de no aceptarlo tampoco condenan ese tipo de acciones que bloquean cualquier posibilidad de sentarse a dialogar, lo que supuestamente ya estaría muy cerca de ocurrir. Si es que de verdad no lo saben, eso demostraría que en el Eln no hay unidad de mando, que actúan sin coordinación y que un proceso de paz con ellos no tendría mucho sentido, ante las esquivas opciones de dejar las armas de manera general.
Lo peor de todo esto es que los elenos hayan atacado a una patrulla de la Policía que se desplazaba sin prevenciones, acompañando a una comisión escrutadora, luego de la jornada democrática del pasado domingo. Eso, además de encarnar un ataque desmedido contra nuestra fuerza pública, muestra una intención de torpedear las bases de la democracia y de irrespetar los derechos fundamentales de quienes se expresaron en las urnas. Por eso, la reacción del Ejército no puede ser inferior, y debe garantizarse que los violentos que persisten en ese camino sean atacados con toda la energía necesaria. Hay que redoblar los operativos.
Con sus acciones el Eln se está quedando por fuera de la posibilidad de salir de manera aceptable del conflicto. Hay indignación general en Colombia por sus acciones y no sería lógico que se les diera la opción de negociar si persisten en sus crímenes. Con las Farc se han tenido momentos críticos, que han puesto en entredicho la continuación de la mesa, y si todavía se negocia es porque las cabezas de esa guerrilla han ido comprendiendo lentamente que ganan más sin causar más dolor y buscando ser aceptados por la sociedad colombiana.
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