Que una persona desaparezca en Caldas casi a diario, y que de esta cifra una tercera parte continúe en esa situación debería despertar la alarma de la sociedad y atraer una mayor atención de las autoridades, pues se trata de un drama silencioso, con multiplicidad de factores que lo hacen más complejo, pero que causa un daño enorme en el tejido social y familiar de quienes padecen la ausencia de un ser querido. El 2015 no fue excepcional, tan solo reafirmó la tendencia que se presenta en el departamento y que es generalizada en el país, tal como damos cuenta de este fenómeno cada año, sin que se logre revertir. En el 2014 en Colombia se reportaron 7.262 casos.
El pasado domingo LA PATRIA publicó un informe en el que mostró que fueron 310 las personas reportadas como desaparecidas, de las cuales 185 regresaron a sus hogares, mientras que a 10 las hallaron muertas. Pero 115 continúan perdidas a estas alturas, sin que se conozca su paradero. Esto ocasiona un duelo eterno si nunca aparece el ausente, tal como lo explican expertos en la materia, con más razón en nuestra cultura, en la que nos hemos criado en una sociedad que necesita la certeza de sepultar el cuerpo, pero si no se logra, se generan traumas que son difíciles de sanar. Y por más indicios que hallen de que la persona murió, no se cree y eso hace que las familias vaguen de fosa en fosa buscando a la persona que puede estar viva.
A esto se suma que la familia también se culpa por la desaparición, y esto en definitiva genera afectación a la salud mental de quienes integran el hogar, por eso no solo se requiere la búsqueda de los desaparecidos para ver si se hallan o en dónde los vieron por última vez, sino que se debe brindar asistencia profesional a quienes lloran la ausencia de sus seres queridos.
Es necesario que se establezcan patrones entre las desapariciones. Si se pueden concluir que hay ciertos parámetros como grupos por edad, por gustos, por sectores, que permitan conducir las investigaciones sería muy importante. Mirar si hay jóvenes sin mayores expectativas que pudieron ser reclutados por organizaciones al margen de la ley, lo que requiere una intervención diferente o si se trata de menores de edad que pudieron caer en redes de prostitución, o si son personas de la tercera edad a las que les faltó cuidado, pues pudieron perder el camino de regreso, entre otras causas. Sin este seguimiento es complicado avanzar en busca de resultados.
Las cifras son escandalosas, pero como se trata de un dolor muy localizado en la familia que padece la desaparición y de un hecho que ocurre poco a poco, se dificulta la comprensión de lo que implica este fenómeno de violencia. Es necesario detener este hecho y por eso es clave la denuncia a tiempo de los familiares, y una respuesta clara de las autoridades de que en serio van a actuar, pues antes se le echaba la culpa al conflicto armado; sin embargo, quienes hacían la guerra en Caldas ya no tienen la presencia de antes, y sigue altísimo el número de personas que no regresa a sus hogares, entonces hay un drama estructural, que sigue sin atenderse como se lo merece.
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