Es una lástima que en Colombia se siga fijando el costo del salario mínimo por decreto, pero era la mayor probabilidad desde que empezaron las negociaciones entre sindicatos y gremios, pues la anunciada escalada alcista por cuenta de la reforma tributaria y otros menesteres hacía improbable que los trabajadores aceptaran un incremento cercano a la inflación pasada y proyectada. Aunque siempre todos quisiéramos que se fijara la mayor alza posible, la responsabilidad financiera obliga a ser cautos en ese tipo de determinaciones, impopulares, pero que mantienen a flote la economía del país, tan amenazada en los últimos tiempos.
Aunque Colombia ha quitado algunos impuestos a los salarios, aún sigue cargando de manera excesiva al patrón y al empleado, lo que hace que sea tan difícil reducir la tasa de desempleo que se encuentra en niveles históricos por lo bajo en Colombia, pero que al compararlo con el resto de países, incluso latinoamericanos, sigue estando muy por encima de la media. Esto lo convierte en un problema estructural, que ha sido muy difícil revertir, reconociendo, por supuesto, los avances en los últimos años.
Es evidente que buena parte del problema con el salario mínimo es que mientras siga habiendo una informalidad alta y un desempleo que bordea en el último año el 10 por ciento, a la hora de definir su incremento esta gran masa poblacional, que buena parte de ella engrosa los niveles de pobreza extrema y miseria en Colombia, queda por fuera de la discusión y, por supuesto, de los beneficios de la decisión. El alza del salario mínimo es un patrón para fijar cantidad de precios en el país y de transacciones. Por eso es tan importante, aunque no sea lo definitivo para muchos que aún ganan muy por debajo de ese monto fijado.
Un problema evidente para este 2017 en Colombia es que la escalada de alzas se hará sentir. Este enero, por cuenta de la reforma tributaria, se volvió a ver como hace años cuando todo subía en este primer mes. Luego llegó una época más tranquila, cuando se logró domar el potro de la inflación y se tomaron medidas para dosificar las alzas en lo corrido del año. No obstante, la tarea para los responsables del manejo macroeconómico del país es grande, toda vez que deberán intentar mantener controlados los precios al consumidor, la tasa de cambio que sigue por encima de los tres mil pesos e impedir que haya un crecimiento del desempleo. Un asunto bastante complejo que si no se asume con cuidado y se toman las medidas correctas puede en cualquier momento desbarrancar la economía.
Los ciudadanos también tendrán que tomar medidas. Deberán medir sus gastos, estar muy informados de lo que pasa con la economía para ajustar los presupuestos y no salir perjudicados por esta obvia situación que ya se hace sentir porque, de hecho, algunos comerciantes de manera descarada desde el primero de enero ajustaron el IVA al 19% sin haberlo ellos pagado y sin tener en cuenta el primer mes de gracia que dio la ley para que pudieran vender las existencias que tenían todavía con la tasa del 16%. Esto solo perjudica al ciudadano de a pie. Lo peor de todo esto es que si en algo hay coincidencias es en que la reforma tributaria no fue estructural y no sería de extrañar que en un par de años se esté presentando una nueva con este mismo remoquete.
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