Sorprendió a todos la noticia de que la Fuerza Pública dio un golpe a las Bacrim, en el que cayeron abatidos 12 miembros del llamado Clan Úsuga. La sorpresa fue porque esa operación podría significar un viraje en la manera de perseguir la delincuencia relacionada con las bandas criminales, frente a las cuales no se había adoptado la estrategia de los bombardeos, sino solo las operaciones por tierra efectuadas por agentes de la Policía. También sorprendió porque es el principal golpe a estas estructuras delincuenciales desde que el Estado colombiano empezó a hablar de la existencia de estos grupos, dedicados al narcotráfico y la extorsión.
Como sea, resulta importante que ante la posibilidad de que las Farc firmen en próximos meses el fin de su conflicto con el Estado colombiano, y que el Eln comience un proceso similar de diálogos que lleve a terminar con la presencia de guerrillas en el país, el objetivo del aparato de defensa nacional debe enfocarse en terminar con esas bandas, por la vía de capturas y la persecución urbana y rural de sus miembros. Es evidente que tales organizaciones han ido ampliando su poder hasta el punto de convertirse en una amenaza real para el orden público. Como muestra se pueden mencionar las incautaciones en la reciente operación: 14 fusiles, abundante material de intendencia, una ametralladora, 1.269 cartuchos, un mortero y medicamentos.
La palabra bombardeos puede generar toda clase de polémicas, debido a que de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario solo podrían utilizarse contra estructuras delincuenciales con las que se tiene un conflicto interno. Tal vez por eso, en el Ministerio de Defensa las versiones acerca de cómo fue el operativo contra el Clan Úsuga parecen contradictorias, además, porque la posición de la Casa de Nariño ha sido la de combatir las Bacrim con los protocolos que se siguen para atacar la delincuencia común y no como se ha hecho frente a las guerrillas y los paramilitares.
De todos modos, ya el general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional, aceptó que se trató de un bombardeo al que calificó de “moderado”. Además, la versión oficial asegura que al lado de los hombres del clan Úsuga estaban guerrilleros del Eln, quienes delinquen en alianza en el municipio de Unguía (Chocó). Eso podría darle una connotación de legalidad al operativo en la zona, aunque hay dudas, pues la pregunta es si el Gobierno tiene ahora una nueva política de persecución de las Bacrim, en la que éstas sean consideradas organizaciones con las que se tiene un conflicto interno. No se puede soslayar, así mismo, que estas bandas y los guerrilleros se han unido en varias regiones alrededor del negocio del narcotráfico.
De acuerdo con el parte oficial, el campamento atacado era el refugio del segundo de la banda, alias Gavilán, y de guerrilleros del Eln. Habrían caído también Cobra 5, Caquetá, San Juanero, Coyongo y Gusano, mandos medios del clan Úsuga, organización que tiene presencia en 146 municipios de 13 departamentos, de acuerdo con las autoridades. Gracias a actividades de inteligencia se tiene claro que alias Otoniel, cabecilla de esta banda, conformada, al parecer, por cerca de 3 mil hombres, permanece en fincas del Urabá antioqueño, por donde se mueve intimidando a los campesinos.
Esperamos que la ofensiva de la Fuerza Pública continúe con toda su fuerza en procura de desarticular estas organizaciones, que se han ido extendiendo por toda la geografía colombiana. Es importante que ninguno de esos grupos prospere, pues poco se ganaría con firmar la paz con las Farc y el Eln si su lugar resulta ocupado por otros grupos criminales que generen terror entre los colombianos.
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