El debate cafetero

Al café parece que se le desalinearon los astros y las noticias no le cuadran por ninguna parte. La producción, según los estimativos basados en las cifras a mayo de este año, puede ser la peor de las últimas cuatro décadas. El precio, factor con el que se defendió el ingreso de los caficultores en los años recientes, viene en caída libre y hoy es insuficiente para remunerar los costos de producción. Y el dólar, que determina el valor de las exportaciones, luego de un amago de tregua, volvió a devaluarse frente a la moneda nacional, con lo que el panorama no puede ser más complicado.

En medio de este escenario tan gris, se conoció un estudio realizado bajo el liderazgo de César Vallejo Mejía y Carlos Gustavo Cano, ambos codirectores del Banco de la República, y que hoy presentamos en la sección de Negocios, en el que hacen un análisis muy sesudo de la situación del cultivo y proponen algunas estrategias, controversiales algunas, para ayudar a salir de la crisis.

Dice el estudio, por ejemplo, que se debería estudiar la posibilidad de sembrar variedades robusta en la Orinoquia, con la idea de poder mecanizar los cultivos y aprovechar un mercado al que Colombia no le ha apostado. Si pensamos que en el país se están importando cafés de baja calidad para procesos industriales, como el liofilizado, e incluso para mezclar para el consumo interno, la idea es coherente.
 

No vemos porqué si se cultivan cafés de baja calidad, los buenos granos se afecten. En países productores de vino, Francia por ejemplo, hay excelentes cepas que mantienen altos precios de mercado, y vinos comunes, que sin perder el origen francés se comercializan a bajo costo. Todo va en una reglamentación muy estricta que controle la denominación y la certificación de calidad.
 

El estudio señala las cifras estadísticas sobre la pérdida de la productividad de los cultivos en Colombia, y cómo pasamos de ser el segundo proveedor del mundo del bebestible, con cerca de 16% de participación del mercado hace 45 años, a un mero 6% en la actualidad, ubicándonos como el cuarto productor mundial.

Hay también series econométricas muy útiles para demostrar que aún con la pérdida de importancia relativa del café como generador de divisas para el país, la contribución del cultivo para erradicar la pobreza y disminuir la inequidad en la distribución del ingreso es muy importante, por ser una actividad intensiva en el uso de mano de obra. Esto es crítico para justificar la ayuda estatal a las 560 mil familias que viven del café.

No sobra recordar que César Vallejo cuenta entre su valiosa experiencia como economista el haber dirigido el Crece -el principal organismo de investigaciones económicas y sociales del gremio cafetero-, y Carlos Gustavo Cano, otro de los coautores del estudio, fue Ministro de Agricultura. Es decir, son dos reconocidos expertos en temas agrícolas, y en particular de asuntos cafeteros, por lo que no resulta apropiado descalificar sus conceptos por la simple razón de no compartirlos.

En las conclusiones del estudio se recomienda crear una comisión de alto nivel, compuesta por académicos, dirigentes y empresarios productores, industriales y comercializadores del grano, que revise la institucionalidad cafetera y haga recomendaciones al gremio para enfrentar la nueva realidad de la industria en el mundo.

En mayo de 2002, una comisión similar a la que se propone, entregó el informe “El café, capital social estratégico”, con el que se recomendaron ajustes que en su momento fueron muy saludables para la institucionalidad cafetera. Esas miradas externas son convenientes de tiempo en tiempo y hay que recibirlas sin prevención y con ánimo de mejora.

Tenemos un insumo valioso en una coyuntura difícil. El debate se abrió con un documento claro y propositivo. Nos parece que no se debe rehuir el debate y promover la discusión respetuosa sobre el futuro de la principal actividad agrícola de este país, para que siga llevando bienestar al campo colombiano.