No hay que ser apocalípticos, ni más faltaba, pero los diferentes conflictos bélicos que se están dando en el mundo tienen que llevarnos a reflexionar acerca de las posibles consecuencias que podría traer su escalamiento. Estamos ante una crisis mundial que ofrece toda clase de peligros, y que surge de conflictos que vienen de mucho tiempo atrás, incluso desde antes de las grandes guerras del siglo pasado, y los organismos multilaterales que se han creado para prevenir estas confrontaciones parecen quedarse cortos en sus acciones e influencia.
No obstante, harta del comportamiento desafiante de Rusia frente al caso de Ucrania, la OTAN les exigió ayer a los gobernantes rusos que cesen de inmediato sus acciones militares “ilegales”, y le abrió la puerta al país agredido para que ingrese a esa organización, de la que hacen parte 28 naciones de la zona. A principios de esta semana tropas rusas habrían ingresado a territorio ucraniano, en respaldo a las fuerzas separatistas prorrusas, lo que obviamente encendió las alarmas.
Ya el pasado 21 de julio se vivieron momentos de tensión, cuando el mismo grupo ilegal apoyado por Moscú derribó un avión de Malaysia Airlines con cerca de 300 ocupantes civiles, la mayoría holandeses. Hay que recordar, además, que las tensiones rusas con Europa se vienen escalando desde principios del año, cuando se dio la crisis de Crimea y su posterior anexión a Rusia, lo que muestra sus ánimos expansionistas.
Con lo que ocurre en Ucrania, podría decirse que las tensiones de la llamada Guerra Fría, cuando el comunismo erigido por la antigua URSS aún no había evidenciado su fracaso, están en plena resurrección. Tras la caída del Muro de Berlín y la puesta en marcha de la Perestroika en la federación soviética, se pensó que se desactivarían otras posibles guerras, pero la invasión rusa a Ucrania esta semana hace prever que la situación tomará un rumbo más peligroso.
Lo más preocupante ahora es que en Rusia el líder Vladimir Putin parece querer tomar el camino hegemónico que caracterizó a los comandantes de la vieja URSS, lo cual podría revivir las peligrosas tensiones que se vivieron durante la segunda mitad del siglo XX. Lo ocurrido en la península de Crimea y lo que actualmente sucede en Ucrania es muestra de que Putin quiere convertirse en una especie de contra-poder frente a Occidente. Esa situación tiene que ser controlada con eficacia y no dejar que tome ventaja.
El mundo tiene que haber aprendido ya de los grandes conflictos del siglo XX. Los principales líderes del mundo deben encontrar los caminos que nos garanticen un planeta en paz, donde los problemas entre sus pueblos se solucionen de manera civilizada. Si ya hemos completado cerca de 70 años sin grandes guerras tiene que ser posible seguir avanzando en armonía. Además, debemos ser conscientes de que un gran conflicto hoy podría poner en riesgo ya no solo a un continente, sino a toda la humanidad.
También vale la pena pensar en el papel de las Naciones Unidas, y si esa organización cuenta, en verdad, con las herramientas necesarias para frenar confrontaciones que podrían desencadenar conflictos más graves. Ya se han dado casos, como el de la guerra de Irak, el conflicto sirio y el problema palestino-israelí, para solo dar algunos ejemplos, en los que sus acciones se han quedado cortas, mientras que algunas potencias orientales se muestran desafiantes.
Hay que actuar con determinación, así mismo, en el Medio Oriente y no dejar que se profundicen esos conflictos. En los años venideros llegarán cambios sustanciales en el nuevo orden mundial, que ojalá no se den por la fuerza de las armas, sino a través de las leyes de la economía y los principios de la democracia. No podemos regresar a los momentos de barbarie que nos dejaron los peores recuerdos de la centuria pasada.
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