Son tantos los intentos entre Israel y Palestina por llegar a un acuerdo de paz que termine con la violencia entre estos dos pueblos hermanos que parece ya no sorprender a nadie ni causar desazón en la opinión pública el anuncio del estado judío de suspender las conversaciones, lo que estuvo seguido de ataques a Gaza. Era previsible esta decisión después de que la Autoridad Palestina anunció el miércoles su acuerdo reconciliatorio con Hamás, el partido islamista que hasta ahora era su rival.
Quedan así truncos nueve meses de acercamientos, de avances incluso, que hacen dudar una vez más de que se pueda algún día pensar en tener paz en este territorio, dividido por décadas. Aunque se hable de que se trata de un congelamiento y no de una ruptura, se ve muy difícil que se pueda avanzar, pues el acuerdo entre la OLP y Hamás puso término de cinco semanas para consolidar un gobierno de coalición, tarea de la que fue encargado Abbas, quien había ganado la confianza de Israel para las conversaciones y que había obtenido el respaldo de Estados Unidos, garante de los diálogos.
Es importante sí entender que el acuerdo logrado por estas dos agrupaciones termina con los resquemores que sobrevivían después de la corta guerra civil del 2007, cuando se enfrentaron unos y otros, lo que generó un nuevo problema territorial, al haber dado el control de la Franja de Gaza a los islamistas, mientras que Cisjordania quedó bajo el control del presidente Abbas. Claro, muchas cosas han pasado desde entonces, entre ellas la caída del régimen egipcio de los Hermanos Musulmanes, quienes habían sido un soporte para Hamás y lo mantenía envalentonado.
Aunque desde Palestina se considera que es exagerada la reacción de Israel, en cabeza de Netanyahu, en realidad cómo no desconfiar de quienes se han opuesto con todo a la presencia de un estado judío en el territorio y que de alguna manera han pretermitido acciones terroristas de extremistas contra Israel. Es evidente que en el mejor de los casos, desde Tel Aviv se pretende, antes de retomar las discusiones, saber si los nuevos aliados en un gobierno de unidad nacional están dispuestos a respetar los acuerdos a los que se pudiera llegar en la mesa de conversaciones.
Nada garantiza que el acuerdo logrado entre las agrupaciones palestinas se traduzca en hechos de paz, pues en el pasado hubo también intentos para superar sus problemas, pero finalmente continuaron las diferencias. Es muy fácil dialogar, pero a la hora de llevar a la práctica, las tendencias más extremistas casi siempre lo han impedido. Ojalá esta vez sí se logre y que fuera un paso para tener una posición única y consolidada frente a las relaciones con Israel para que se tenga claro cómo actuar.
Tampoco le hace bien a un posible acuerdo de paz que al conocerse el pacto para un gobierno de unidad la reacción de Israel sea la de bombardear en el norte de Gaza, así se escude en que es una operación antiterrorista, pues ese tipo de hechos impiden que la confianza crezca, algo necesario para avanzar hacia logros superiores. Lamentablemente todo esto sucedió a pocos días de que se vencieran los plazos para mostrar resultados en las negociaciones entre Israel y Palestina.
Ojalá el nuevo Gobierno decida de una vez por todas reconocer la presencia del estado judío, con lo cual se podría avanzar hacia otras conversaciones. No obstante, todo volvió al inicio y ahora con una Palestina unida, que podría conducirla a unas elecciones para definir un nuevo Gobierno. Esperamos que sirva para reducir tensiones y no para escalarlas, en momentos en que hay zambra en varias fronteras en Europa y Asia.
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