Por cuenta de la no renovación automática de contratos en la Alcaldía de Manizales nos vinimos a enterar de que casi el 30 por ciento de la nómina de la Administración central es por contratos a término fijo. Es decir que unos 220 empleados penden de la voluntad contractual del administrador de turno, lo que los hace vulnerables ante posibles abusos de poder, afinidades o animadversiones con sus superiores o ante el apetito burocrático de politiqueros que nunca faltan. Hay que advertir de entrada que esta ha sido una práctica cómoda no solo para la actual Alcaldía, sino para las anteriores y que nadie repara en ello porque es justo allí en donde se tiene la flexibilidad para poder hacer lo que los entendidos llaman manejo político.
Resulta curioso que desde la Secretaría de Servicios Administrativos de la Alcaldía se advierta que esta situación ocurrió en esta época del año porque precisamente se hicieron los ajustes para que no se afectaran estos contratos por cuenta de la Ley de Garantías, que estuvo vigente prácticamente todo el primer semestre del año. Y es curioso porque si se tomó la previsión, no habría lugar a tal para, a no ser que se haya hecho coincidir para que sucediera justo después de los resultados electorales, cuando es normal en asuntos políticos que se alinderen las fuerzas y esto obligue a recomponer la nómina, lo que sería desastroso.
En entrevista concedida a LA PATRIA, advierte la secretaria Paula Andrea Orozco que con estos cambios se da la posibilidad de llevar empleo a otras casas y de permitir que lleguen funcionarios con ideas nuevas. Además, anota, porque muchas veces quienes se quedan por mucho tiempo en estos cargos se acostumbran a prestar ese mismo servicio. De aquí podemos concluir: primero, la nómina no hay que rotarla para que otras personas tengan posibilidad de empleo. Se tiene que valorar es la calidad técnica del empleado y si se requiere para el cargo que está ejerciendo. Segundo, pensar que quien viene de afuera necesariamente llega con ideas nuevas es tan manido como creer que la sola experiencia es suficiente para desempeñarse bien. Eso no puede ser un argumento per se. Tercero, los cargos a término fijo deben ser temporales. De hecho, la jurisprudencia y la ley invitan a que cuando tomen rango de permanencia se incorporen a la nómina porque es una necesidad del servicio. La que tiene que dar ejemplo en asumirlo es la administración pública, de lo contrario tendríamos que cambiar a todos cada cierto tiempo. Impensable.
Al contrario, es la propia Administración la que debe mantener la motivación en sus empleados para que siempre estén innovando desde la experiencia y el conocimiento, a que se sientan tranquilos en el cargo y que no tengan que cumplirles a los políticos de turno, sino a la ciudad en lo que se necesita de ellos para que el servicio público sea el mejor. Nos están acostumbrando, y ahí se entienden a veces muchos debates, a que los jefes no son los que están sentados en la oficina del lado y con quienes se ven todos los días, sino los que despachan desde alguna dependencia lejana y a ellos obedecen. Esa es la vieja política que se resiste a irse y desfigura en politiquería.
Insistimos, que esta práctica haya hecho carrera, no solo en la Alcaldía de Manizales, no puede ser la excusa para que se siga con ella. Al contrario, por qué no estudiar si realmente se necesitan esos cargos y se abre una convocatoria para proveerlos, sin interferencia de los padrinos políticos. Mantener a estos funcionarios bajo la amenaza de que pueden ser cambiados en cualquier momento, no porque falten a su responsabilidad sino por presiones, es dar pie a que las cosas no cambien. Qué bueno que se abra el debate por encima de la mesa, nos sinceremos y tomemos las decisiones que la ciudad y la administración pública necesitan. Tiene allí el alcalde una oportunidad de oro para lucirse en el manejo de la cosa pública.
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