Para bien o para mal, de acuerdo del lugar que usted escoja para analizar la historia, Fidel Castro fue fácilmente uno de los hombres más influyentes del mundo en la segunda mitad del siglo pasado. No solo se impuso con un grupo de convencidos jóvenes ante el régimen de Fulgencio Batista, logró repeler la incursión armada de los Estados Unidos y algunos otros cubanos a Bahía Cochinos, emprendió unas reformas en el manejo de la salud y la educación que durante años fueron referente, sino que fue un exportador del modelo de guerra de guerrillas a toda Latinoamérica. Obviamente, en los primeros años con la ayuda de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero cuando llegaron las vacas flacas, apelando al orgullo del pueblo cubano.
Castro será juzgado por la historia por ser el represor de los derechos humanos en su país, por impedir la libre circulación de las ideas, por ordenar la muerte de cientos de personas no necesariamente contradictoras, por aplastar la posibilidad de que retornara la democracia. Y, por supuesto, por incidir en el destino de varios países, como en Colombia, en donde apoyó a varios grupos subversivos, que se formaron en estrategia guerrillera en la isla o en donde se inspiraron para cometer luego las campañas que aún hoy causan muerte en nuestro país. No obstante, dentro de las contradicciones que generalmente entrañan los líderes, también fue clave su apoyo a varios procesos de paz con esas agrupaciones, como el exitoso con el M-19 en los años 90 y el actual, indudablemente, a punto de consolidarse con las Farc.
Los cubanos exiliados en los Estados Unidos, y principalmente en Miami, no creen en que se puedan presentar grandes cambios al modelo que existe hoy en la isla, pues tuvo tiempo suficiente Fidel para organizar su sucesión, que hoy está en poder de su hermano Raúl y para continuar con el sistema represivo que ha llevado al traste con la garantía de derechos en la isla, a pesar de la flexibilización económica de los últimos años. Después de 60 años de un modelo, con unas estructuras tan cerradas de Gobierno, resulta muy difícil creer que las cosas puedan cambiar, menos con la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, que en materia internacional y de relaciones con Latinoamérica parece distar mucho de Barack Obama, quien hizo lo posible por generar la apertura con Cuba y por normalizar las relaciones diplomáticas, en principio.
Fidel Castro tomó la categoría de mítico hace años, así no se comparta la forma en que lo consiguió. Su llegada al poder en un momento en el que Cuba se había convertido literalmente en el patio trasero de los Estados Unidos, en donde, después de la independencia de España, había terminado en un modelo económico de explotación con el campesinado, que se acompañó también de represión. Por eso, esa guerrilla que partió de la Sierra Maestra llamó tanto la atención de otros países, porque parecía inspiradora para el cambio y su mensaje era de dignidad. No obstante, pasó poco tiempo para que la represión que combatían la repitieran en contra de los suyos, y no fue poca cosa. No tiene sentido ningún régimen que violente a sus ciudadanos. Castro fue un influyente y lo sigue siendo como lo demuestran las expresiones de varios mandatarios alrededor del mundo, no obstante, buena parte de su influencia resultó nefasta para muchos países que aún sufren el coletazo de las guerras de guerrillas, como Colombia.
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