Martín Jaramillo López*
LA PATRIA | Bogotá
Los números no alcanzan a capturar lo que siente una persona con hambre o la gravedad de dejar a un niño sin colegio; ahí las cifras siempre se quedan cortas. La pandemia no solo ha dejado un millón y medio de muertos, sino que le mordió un 7% a la economía mundial, nos retrocedió unos 15 años en la lucha contra la pobreza en Colombia y dejó a los gobiernos exprimidos de recursos para los años que vienen. Olvidémonos de los números por un momento si queremos, pero si del 2020 nos va a quedar algo, que sea una obsesión por ayudar a los más vulnerables.
Antes de la covid-19, de cada veinte personas en Colombia, cinco eran pobres. Con la pandemia, el número se acerca ahora a nueve. Fedesarrollo calcula que el gobierno puede ayudar aumentando los subsidios en todos sus canales, algo que seguro se debe hacer, pero solo logrará empujar por fuera de la pobreza a una de esas nueve personas. A diferencia de lo que sugieren algunos con alardes victoriosos, no la tenemos nada fácil.
No todo es malo. Por supuesto, en materia económica tenemos buenas noticias, lecciones y retos. No solo vamos a salir de esta mejor preparados para la próxima pandemia y valorando más lo que tenemos, sino que podemos salir con un mundo mejor, pero toca poner de nuestra parte en 2021.
Lecciones
El 2020 puso en jaque a un sistema de salud que resistió un golpe de esta magnitud sin dejar de atender un solo paciente. Puso a prueba a una cadena de abastecimiento de comida que, pese a los cierres parciales de fronteras, aeropuertos e industrias, no dejó de abastecer un solo supermercado. Como si fuera poco, el autoritarismo creciente y los poderes especiales del 2020 también pusieron en jaque al sistema democrático. La buena noticia es que superamos todas las adversidades. Las instituciones económicas que lo hicieron posible no son poca cosa, en un mundo pospandemia las debemos valorar más.
Esta crisis también nos dejó lecciones. Una buena parte del público general aprendió a leer gráficas, escuchar expertos y a valorar la salud, que es más que signos vitales. También, (espera uno) se aprendió que la economía no se trata de dinero, ni de ganancias, ni de riqueza, sino del bienestar de la sociedad. Lo que nos dijo la investigación económica en 2020 es que el problema más grande de esta pandemia es la pérdida de clases de los niños. En 2021 tenemos que hacer todo lo posible para que regresen los colegios y recuperen buena parte de lo perdido; esto mejorará el desempleo femenino (y su independencia), los indicadores de embarazo adolescente (capital humano) y el bienestar de las futuras generaciones (productividad).
Por último, tenemos muchos retos: La conectividad digital dejará de tener excusas, los subsidios serán reformados para ser más eficientes y el sistema de salud tendrá mucha más atención; en eso el éxito parece ser muy probable. En lo que toca insistir es en el empleo. Lo que puede hacer el gasto de gobierno, por sí solo, está lejos de ser suficiente.
Las medidas epidemiológicas de aislamiento fueron duras de aceptar al inicio, pero se acataron porque la alternativa era peor; en la cuestión del “camello” estamos en una situación similar. Ya sabemos que necesitamos reformas para que el país pueda crear empleos masivos, recibir empresas que emigran de otros países y darles una mano a los informales.
El reto es que estas reformas tienen componentes que no son populares, que implican debates difíciles y necesitan confianza en el conocimiento experto. Confiar en los epidemiólogos fue clave para proteger el sistema de salud, confiar en los economistas será clave para recuperar la economía.
Las cuarentenas han servido para que las personas se pregunten por aquellas cosas que verdaderamente valen la pena en esta vida. La sociedad debe tener eso en cuenta y promover políticas que enfocadas en lo que más importa.
El final de este 2020 no necesita una posición grandilocuente, basta con poner el enfoque en el desempleo, el hambre y la educación, si con este problema nos convencemos de solucionar eso el 2020 habrá valido la pena. Como dice The Economist, algo bueno puede salir de este “año de plaga”, ojalá sea un nuevo y mejor contrato social para el siglo XXI.
*Economista de la Universidad de Spring Hill en Alabama (EE.UU.). Docente investigador. Twitter: @tinojaramillo
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