ALEXANDRA SERNA
LA PATRIA | MANIZALES
Si usted es de los que ingiere varias pastillas al día, al punto de tener que hacer un cronograma para no olvidar algún medicamento o acudir a la ayuda de un tercero que se lo recuerde constantemente, hay en camino una solución.
El Instituto de Capacitación e Investigación del Plástico y del Caucho (ICIPC), de Medellín, aplica la ingeniería en la química farmacéutica para producir pastas o cápsulas cuyo efecto dure más, y se pueda tomar, por ejemplo, una por semana, en vez de tres o cuatro por día.
María del Pilar Noriega, directora del Instituto, que participó en la Cumbre Científica Colombiana organizada por Colciencias y la Revista Semana, le explicó a LA PATRIA en qué consiste la tecnología, aún en pruebas.
El objetivo es que la pastilla libere, de manera controlada, el principio o ingrediente activo -por ejemplo el ibuprofeno- en el organismo para que haga efecto en lapsos programados. “Con nuestro proceso podemos tener una liberación a 12, 24 o 48 horas, de modo que si alguien ingiere un medicamento el lunes, repita la dosis al siguiente miércoles”.
La clave está en que las moléculas de la pasta no se desintegren en el estómago, sino en los intestinos, gradualmente, para que el principio activo llegue de manera adecuada al torrente sanguíneo y de ahí a los tejidos. Además, en el metabolismo “los ácidos generan en el estómago efectos secundarios como la gastritis”.
El meollo de la técnica de liberación controlada -o programada- consiste en utilizar un determinado polímero sintético o plástico, apto para el consumo humano, que sirva de vehículo para que a través del sistema digestivo (comparable a una red de calles o vías) desprenda las moléculas del principio activo (como si fuera abriendo las puertas para que la sustancia salga poco a poco).
Para que el polímero quede inmerso en el medicamento pasa por un proceso de extrusión, que consiste en fundirlo a través de una máquina y mezclarlo con el ingrediente activo. Es una disolución que se logra aumentando la temperatura y la presión, que luego se enfría y se tabletea o se saca en forma de cápsulas o pequeñas esferas.
La principal ventaja es que se potencia la biodisponibilidad en el plasma, es decir, la concentración precisa y oportuna (gramo por milímetro de sangre) del analgésico o del antiinflamatorio, según el caso.
Foto | Cortesía ICIPC | LA PATRIA
La máquina extrusora, típica del mundo de los plásticos (por ejemplo para el reciclaje), permite variar la temperatura y la presión para lograr la disolución de los compuestos.
En el proceso de extrusión se vuelven líquidos el polímero (azul) y el principio activo (amarillo), que se funden.
La pasta resulta ser una solución homogénea. En esta imagen, los círculos y el entramado azul hacen referencia a las moléculas del polímero y los cuadrados amarillos, al ingrediente activo.
¿De qué depende que el medicamento haga su efecto a las 12, 24 o 48 horas? La inteligencia o autonomía de la pastilla radica en el tipo de polímero que se elige y su reacción ante el PH del organismo, teniendo en cuenta que en el estómago es ácido y en los intestinos, neutro. En la medida en que la pasta avanza por el sistema digestivo, el plástico se desintegra paulatinamente, dejando libres las partículas del principio activo (imagen).
“Se puede lograr que la liberación del principio activo sea en el colon, el íleon o el yeyuno (partes del intestino), según la necesidad”. En este caso, el polímero tiene que resistir la acidez del estómago para seguir intacto.
También depende de la afinidad con el agua. Si se escoge un polímero hidrofílico, el medicamento se diluirá rápidamente; mientras que uno hidrofóbico controlará por más tiempo la liberación del ingrediente activo, pues es más resistente. O está el anfifílico, que por un lado rechaza el líquido vital y por el otro lo atrae.
A la sangre solo llegan las sustancias básicas del medicamento que hacen efecto. Las partículas del polímero se eliminan a través del sistema digestivo; por eso lo llaman biopolímero, pues se ingiere y se expulsa sin efectos negativos para el cuerpo.
A la izquierda, una molécula de polímero compacta. A la derecha, se ha empezado a reblandecer y las partículas de la sustancia activa se liberan. El PH, la temperatura y los tejidos
La materia está formada por moléculas que pueden ser de tamaño normal o moléculas gigantes llamadas polímeros. Estos se producen por la unión de cientos de miles de moléculas pequeñas denominadas monómeros, que forman enormes cadenas parecidas a fideos, ramas, escaleras o redes tridimensionales.
Los hay naturales como el algodón, la seda, la lana y el hule (de los árboles de hevea y de los arbustos de Guayule).
En su mayoría los polímeros que usamos son materiales sintéticos con diferentes propiedades y aplicaciones. En general, tienen una excelente resistencia mecánica debido a que las grandes cadenas poliméricas se atraen. Las fuerzas de atracción intermoleculares dependen de su composición química.
* Información tomada de www.textoscientificos.com
La directora del ICIPC asegura que al menos hace 15 años se duplicó el consumo de polímeros por encima del de metales, en el mundo, aunque no seamos conscientes de ello. Estos son los campos en que más se utilizan:
- Salud: medicamentos, implantes de hueso, para remplazar arterias coronarias, tornillos en casos de fracturas, métodos anticonceptivos.
- Automotores: carros, trenes, bicicletas (como las usadas en el Giro de Italia), aviones y naves espaciales.
- Construcción: tuberías de agua, redes eléctricas y de gas.
- Alimentos: empaques para madurados, como quesos y jamones.
“En Colombia solo existe la química farmacéutica, que se encarga del desarrollo de una molécula, la formulación del medicamento y si es compatible con el ser humano, pero no ha mirado cómo mejorar las disoluciones del ingrediente activo para que sea más efectivo. Esto es lo que busca la ingeniería farmacéutica”, explicó María del Pilar Noriega, directora del ICIPC.
Según la directora del ICIPC, los polímeros no se lucen en los empaques de los snacks, como papas fritas, pues los consumidores los botan en la calle. “Es un problema de cultura ciudadana y de falta de políticas de reciclaje”.
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