Leonardo Pineda
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Durante el franquismo entre el 1933 y 1975, al dictador Francisco Franco le dio porque todas las películas que se presentaran en el país, sin importar el idioma original, debían ser dobladas; de allí que desde esa época es una tradición que en muchos cines de España no hayan versiones subtituladas. El público se acostumbró a escuchar a las súper estrellas de Hollywood, India o Corea hablando españolete, muchos han reconocido su dificultad a la hora de leer los subtítulos y de allí que los teatros locales prefieran las versiones dobladas, pues les genera un mayor número de espectadores. España es de los pocos países europeos (¿o el único?) que no es bilingüe, respecto a un idioma extranjero específico como el inglés debido a la falta de educación en el que el oído juega un papel fundamental. No sé a quién se le ocurre pensar que en Manizales la gente no sabe leer, porque ahora la tendencia generalizada es mostrar las películas dobladas en todos los horarios; sería factible que lo hicieran en horario infantil, pero es necesario que se respete la calidad y originalidad de cada film, quitándonos el peso terrible de tener que escuchar a Bruce Willis o a cualquiera hablando en español mexicanizado. Esta ciudad está tendiendo supuestamente a una educación bilingüe, por lo tanto es necesario que se generen ciertos espacios que propendan por facilitarla, el cine es uno de ellos. Por otra parte, todos sabemos que la calidad del audio desmejora enormemente con el doblaje, aunque reconozco el loable trabajo de quienes lo realizan, es como si aún quisieran hacer los afiches de las películas en telas gigantescas con extrañas proporciones humanas como lo hacían en el Cine el Cid para publicitar los estrenos… ¿lo recuerdan?.
Esta semana vi la película La dama de negro (2011) dirigida por James Watkins y con un sorprendente Daniel Radcliffe, en un papel alejado del rol juvenil con el que lo conocimos, del mago Potter queda poco. La película inglesa retoma de manera estudiada y analítica ese tipo de cine gótico, con espacios y sonidos espectrales, que se hizo tan famoso en los 50 y fue reemplazado por el cuchillo y la señorita semidesnuda escapando del monstruoso asesino. La película retoma elementos clásicos del terror de antes, espacios escalofriantes con un pueblo aterrorizado y que no falten los niños como ítems específicos de lo que causa miedo (¿por qué será?). La dama de negro se convierte entonces en una película cliché pero entretenida, con algunos saltos en la butaca y un cuento atrapante, intrigante, denso, tratado con el estilo sombrío de Amenábar en Los otros (2001) y que no decepciona, pues el cuento de la mujer de luto que asusta es de propiedad universal. Pero de acá se origina el párrafo inicial, hay que verla en la versión subtitulada, porque el sonido es importante, porque el habladito acentuado del inglés británico es fundamental, porque necesitamos escuchar el viento y las ventanas y las voces de ultratumba para poder disfrutar la película en toda su dimensión… nos lo merecemos.
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