Qué rápido cambió la situación de frenesí que vivió Barack Obama entre el día que resultó reelegido para un segundo término en la presidencia de EE.UU. y la semana pasada cuando asumió públicamente el Juramento de Oficio. No fue lo mismo que hace un cuatrienio. Visualmente, en el National Mall de Washington D.C., se veía apenas la mitad de espectadores que asistieron en 2009 a la posesión e inauguración de Obama.
Quizás ya no hay la misma esperanza de hace cuatro años. Las cartas estaban puestas en la mesa para el segundo mandato. Sin embargo, fue sorprendente la fuerza con la que Obama se dirigió a los estadounidenses en su discurso. Aunque fue cerrado y poco abordó los retos que le concentran para estos cuatro años, tomó una posición y no se dedicó a malgastar el tiempo contando anécdotas de oficina.
A lo largo de estos años he escuchado muchos discursos de Obama. Sin embargo, su oratoria en la segunda posesión fue singular. Había fuerza y seguridad en su voz para pronunciar una alocución liberal donde mencionó los retos sociales de su país. No hay necesidad de redondear más en las palabras de Obama que ocasionalmente se convierten en hechos.
Si el presidente de los Estados Unidos es capaz de reformar las pólizas de inmigración y se le mide a cambiar las políticas para la venta de armas de asalto, su segundo término será un éxito rotundo. Si fracasa en lograr estos dos objetivos, su mandato seguramente estará nutrido de minucias y pequeñas glorias para sustentar cuatro años de diligencia demócrata en la Casa Blanca.
En materia de política internacional, Obama respira tranquilo. Ya se conoció su posición sobre conflictos como el sirio. Anunció no tener intenciones para animar a una salida militar al enfrentamiento. El presidente de EE.UU. es sincero al expresar que no quiere que Siria se vuelva otro Afganistán para ese país. Sus relaciones con América Latina funcionan armónicamente y halla seguridad y estabilidad en el contacto con China y Rusia, países que no se alinean con la filosofía estadounidense.
Hay un ángulo poco explorado en el mandato Obama. Esta perspectiva comienza con el precepto liberal del partido demócrata que sentó varias respuestas en las elecciones pasadas, con iniciativas como la legalización de la marihuana en algunas ciudades de la unión americana y otras políticas que bajo una administración conservadora difícilmente se hubieran dado.
A Obama hay que darle tiempo. No mucho, pero sí es oportuno otorgarle una oportunidad bien adquirida para que lleve a su país por la senda que mejor le convenga.
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Un prestigioso diario español salió en falso con una imagen que supuestamente exponía un agónico estado de salud del primer mandatario venezolano Hugo Chávez. Parece que los medios españoles se encontrasen en una guerra fría para obtener tontas exclusivas sobre la salud de Chávez que en nada benefician el debate político que se vive en Venezuela y América Latina.
Aunque el gobierno venezolano ha calculado cada palabra para informar sobre la salud de Hugo Chávez, los medios no pueden forjar una posición desesperada para confrontar una verdad que estará bajo llave por mucho tiempo. Es la misma administración venezolana la que acudió a la especulación y rumores en redes sociales por aquel silencio que concede dudas sobre la salud del comandante – presidente.
Si Chávez regresa al poder pronto, más le vale hacerlo vigoroso y con ideales frescos, puesto que su país se está tornando en una bomba de tiempo que en cualquier momento, dentro de los próximos seis años de gobierno, puede explotar y enviar su Socialismo del Siglo XXI a los libros de historia de nunca contar.
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