Le asiste algo de razón a Óscar Iván Zuluaga cuando responde lo siguiente ante preguntas sobre lo que se considera su falta de carisma: "Yo soy un hombre de acciones. No se trata de emocionar. Si así fuera, elegirían a un actor de telenovelas". El problema es que la frase, cierta en tanto deber ser, se cae ante una realidad que los expertos repiten más o menos así: "en campaña presidencial, la televisión es la reina".
Es una idea que ya se torna añeja, pues, como cuenta la leyenda, comenzó a forjarse el 26 de noviembre de 1960 con el primer debate presidencial transmitido en televisión: John F. Kennedy frente a Richard Nixon. El buen estado físico y la frescura del primero parecieron darle los puntos necesarios para derrotar posteriormente a un contrincante que aquella noche lució con menos kilos de la cuenta y más sudor del políticamente correcto. En el 2010 un asesor de Kennedy le declaró a la revista Time, un tanto reacio a aceptar que la TV lo hubiera definido todo, que esta "no era un espacio para el discurso serio" ("It wasn’t a place for serious discourse"). Uno mira esta campaña (por televisión, claro está) y parece tener razón.
Que la televisión es la reina es una realidad que no solo golpea a Zuluaga -disminuido ante la fama del audaz y experimentado actor que es Álvaro Uribe- sino también a quienes le compiten en la búsqueda de la Presidencia. Así que hemos llegado a extremos absurdos, dependiendo del caso. A Santos, que mantiene ante las cámaras -y por su condición de presidente debe hacerlo, así no le convenga- ya lo vimos no solo montarse en una bicicleta, sino caerse atropelladamente al primer pedalazo; bailar, sin saber ni poder; así como bailó champeta su candidato a vicepresidente, Vargas Lleras.
Peñalosa ha decidido, en cambio, que no lo vean mucho. Históricamente ha sido un candidato tan torpe, que esta vez la estrategia ha sido mostrarse poco porque, de hacerlo, comenzará a bajar en las encuestas. Protagoniza un comercial en el que no habla, y uno puede conjeturar que la intención es evitar que con su acento se refuerce la idea de ser un tipo de clase alta desprovisto de vivencias y herramientas que le ayuden a entender mejor el campo.
A mi parecer, los mejores candidatos son los otros tres: Clara, Óscar Iván y Marta Lucía. No quiero decir que sean buenas opciones como gobernantes, sino que cumplen bien con ese oficio de exponer ideas, algo que han hecho sin mayor histrionismo en los debates a los que han asistido, sin muchas cámaras y sin la presencia de los otros dos. Y eso que el caldense, que del trío es el que más exposición mediática tiene -producto en parte de la mediática presidencia de su jefe- suele quedar mal cuando las cámaras le exigen más actuación de la cuenta. Ya lo vimos (¡por Dios!) en medio de una crisis de visibilidad, jugando fútbol -sin jugar ni poder, como Santos con el baile- en una manga del Parque Simón Bolívar, de Bogotá. A las mujeres, cabe decirlo, los reflectores las han alumbrado poco.
Todo esto hace recordar al Homo Videns del que habla el italiano Giovanni Sartori, quien propone dejar de entender al hombre de hoy como un Homo Sapiens producto de la escritura, y más bien como un individuo "para el cual la palabra está destronada por la imagen". Quizá Internet pueda cambiar un poco ese panorama de simplificación, digo yo, pues el ciudadano que está conectado, si quiere, puede dar un par de clics para llegar hasta las propuestas de los candidatos. También, porque ha facilitado la crítica, y particularmente la parodia que desmorona el discurso televisivo, de una manera grandiosa.
Pobres de quienes no lo tienen, o teniéndolo no lo usan. Verán solo circo.
Aparte: El Proyecto de Ley 184 del 2014, que presentó el representante Miguel Amín Escaf (de La U) y que entró a apoyar con todo el recién electo representante liberal por Caldas, Mario Castaño, no debe convertirse en ley. Es un homenaje a Víctor Renán Barco que, más allá de tratar de comprometer al Gobierno nacional con recursos para La Dorada, contempla mantener viva la memoria del fallecido cacique por medio de la ubicación de un óleo con su imagen en la Asamblea; la construcción de una escultura de este en una Plaza de ese municipio, y el cambio de nombre del Hospital San Félix, de la misma población, por el de Hospital Víctor Renán Barco. Las llamadas "Tendencias liberales", disidentes, renovadoras como se llaman, hacen su debut así en el Congreso: impulsando simbología sobre lo viejo. Dejo el texto en este enlace bit.ly/1dKh7QA.
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