Tras paladear en Madrid a mediados del siglo pasado la autobiografía de la monja Laura Montoya Upegui, convertida desde este memorable 12 de mayo de 2013 en la primera santa colombiana, el brillante crítico literario Don José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, "Azorín", uno de los mejores escritores españoles, conceptuó que su sencillez, claridad y vitalidad son las dotes primarias de un estilo que deleita y perdura y reconoció su léxico vasto y abundoso.
La religiosa nacida en Jericó, Antioquia el 8 de junio de 1873, y fallecida en Medellín el 21 de octubre de 1949, tituló su robusta obra, de 815 páginas, ’Historia de las misericordias de Dios en el alma’ que para los expertos es un fruto de la obediencia y de la voluntad del sacrificio.
Así lo demuestra en el párrafo de entrada de su prólogo: "Reverendo Padre: Entra en mi programa, obedecer hasta morir, porque si el amor es fuerte como la muerte, su hija la obediencia lo ha de ser también. Por eso, pasando por encima de mi deseo de quedar olvidada, comienzo a escribir esto, que puedo llamar la historia de las misericordias de Dios en un alma".
A renglón seguido, Santa Laura consigna esta súplica: "Hágase Dios mío vuestra voluntad. Siempre he amado más esta adorable voluntad, cuando me sacrifica; más, he de confesarlo: En el presente caso, siento toda la amargura del sacrificio y no sé por qué lo es.
Cómo ha de ser sacrificio para un alma el dar a las almas lo que su dueño para ellas le entregó? Mal andarían las cosas! Será que, sin quererlo, me he alzado con alguna parte del depósito sagrado? Si así fuere, perdóneme Dios, ya que voy a cumplir este acto de justicia.
Me olvidaré por completo del carácter humano de vuestra reverencia. No entenderé sino al sacerdotal; veré algo más, si cabe: a Cristo Jesús en sus relaciones con mi alma y por eso no Guardaré consideraciones de molde humano; le escribiré como si lo hiciera a Dios mismo, porque si no es a Dios mismo no es posible mostrarle lo que ÉL ha guardado en el relicario más cerrado, cual es el alma humana. No le parece padre mío"?
Y concretaba así su compromiso con el Señor: "Para hacer estas confidencias no tengo las rejas del confesionario pero cuento con la promesa del sigilo y sé además, que por mal que exprese lo que en lengua humana no puede expresarse con fidelidad, seré comprendida porque el Espíritu Santo le acompaña. La fe vale más que los sentidos. ¿No es verdad? Estas son las fuentes de la libertad con que me prometo escribir esto.
Supongo que vuestra reverencia no estará todavía muy hecho a mi modo de entender y de expresar las cosas, que, según me han dicho, es raro y un poco fuera del carril común; quizás porque, casi siempre que pienso o hablo, me pongo del lado de Dios y como lo ordinario es que se piense y se hable colocándose del lado de acá abajo, no todos me entienden. Por eso padre mío, lo autorizo para que, cuando una idea no me quede comprensible, es decir, cuando no llene el objeto de nutrir las almas, para quien Dios me la ha dado me lo advierta con la libertad de quien es dueño de la cosa".
Pero Dios mío, ¿Cómo hablar de mi ser? ¿De cuál ser? Si Tú solo eres? Si mi ser no es! ¿Cómo expresar esta idea? Si no tengo existencia fuera de Ti? Si esto que llamo YO no es ni un punto, puesto que ese punto es un instante que se va? Cómo puede decir el aire iluminado que es luz, si la que tiene está en el foco? Si mi vida está en Ti? ¿Cómo puedo hablar de mi vida, si no tengo vida? Si Tú solo eres vida? Si lo que tengo en mí es una muerte continuada en un medio que se va? ¿Si es un agonizar la vida humana? Dios mío, vida viva, vida única! Ser único, ¿Cómo puedo decir mi vida si ni es vida, ni es mía! ¿Cómo diré YO si no soy? Si Tú solo eres"!
La apostilla: Santa Laura dijo en los párrafos finales de su prólogo: "Dios mío, perdóname que al escribir algo de este YO que no es y de esta vida que solo está en Ti, tome estas palabras tan impropiamente como mías y que hable de ellas como llevada de la necesidad de tomar lo que realmente no me pertenece, por falta de algo que sea propio y real. Quiero, pues, tomar estas palabras en sentido negativo. Así cuando diga YO, quiero decir: esta que no es, y cuando diga MI VIDA, quiero decir: esta agonía con la cual es preciso acabar para encontrarla en Ti, Vida única".
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