Un artículo publicado en inglés, titulado El nuevo asesino número uno en los Estados Unidos de Norteamérica, retoma actualidad cuando de nuevo se expresan diferentes criterios sobre la educación en Colombia. Los resultados parciales de una prueba internacional realizada a jóvenes estudiantes vuelven a despertar el sentimiento de fracaso con los modelos educativos que se han implantado en el país. En los últimos meses se ha esgrimido que la calidad de la educación en el país deja una inmensa duda por la ubicación de los colombianos en el escalafón producto de los resultados de las conocidas y comentadas pruebas.
Los estudiantes de Manizales que participaron tuvieron puntajes por encima de la media nacional, pero ello no es suficiente para afirmar que la tendencia en la capital caldense es un buen presagio, aunque las esperanzas permanecen. Ello es apenas un consuelo peligroso, porque lo cierto es que Colombia ha ocupado los últimos lugares, con el agravante que ahora es el último entre los 44 países que aplicaron a las pruebas. Lo importante es que tanto la educación estatal como la privada puedan dar resultados óptimos y similares, y en ello la labor de las autoridades es fundamental con base en decisiones de Estado, que traspasan los gobiernos de turno.
Hay mucho qué expresar y modificar, y las explicaciones de la señora ministra de Educación no dejan de causar tristeza cuando afirma que antes estuvo bien que se hayan presentado, como un acto de valor. Una respuesta de dos filos y la esencia queda a la vera.
Pero es propicio el tema para indagar de nuevo por la calidad de otros estudios que se ofrecen en el país. Aquí importan los médicos generales y el ejercicio de la profesión que realizan jóvenes y veteranos procedentes de las distintas Escuelas de Medicina y trabajan en todos los sitios geográficos e instituciones del país, incluyendo la práctica privada.
La autora del artículo hace un relato para la época de cómo la ubicación de las dos primeras causas de muerte: El infarto del miocardio y el cáncer fueron desplazados por los errores médicos. Y se debe agregar, en un país que se cree tiene toda la ciencia y la tecnología, pero de allí a los ejecutores hay mucho trecho como sucede con los miles de doctores, PhD, en Colombia en un país en donde la investigación es un rezago, salvo muy pocos centros con sus investigadores especiales.
Las entidades académicas y gremiales están en la obligación de analizar la calidad del ejercicio médico en Colombia. Se puede esgrimir una hipótesis mediante la cual los errores médicos no ocupan el primer lugar como causa de muerte, aún en medio de la inmensa dificultad que existe para ejercer una medicina científica, oportuna e integral, sin platicar de la ética porque hay que hacer otra pregunta: ¿Qué tan éticos son los médicos en Colombia? La respuesta radica en otro estudio, más allá de los datos que tienen los tribunales de Ética Médica.
Las causas de los errores médicos son múltiples y varían de país a país, y entre las diferentes áreas de un territorio. Unas son los errores atribuidos exclusivamente a los médicos, otras al equipo de asistencia en salud, otras al sistema de salud que impera e incide en las actividades médicas o del equipo.
Las cifras de los errores médicos en Norteamérica son disímiles y existe un dato escandaloso que sitúan las muertes anuales por intervención médica hasta de 999 mil.
Un error médico puede caer en la jurisdicción civil, penal, ética o administrativa, ya sea como única o múltiple demanda. Siguen siendo la diligencia, la pericia y la prudencia, pilares fundamentales en la labor de los médicos y las Escuelas de Medicina deben ser enfáticas en estos compromisos de sus egresados.
Definitivamente se hace imprescindible el análisis del ejercicio médico en Caldas, para no mencionar a Colombia en donde sería igualmente justo obtener una información importante para la sociedad.
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