¿Qué siente el paracaidista cuando va descendiendo a gran velocidad y aún no ha abierto su paracaídas?; ¿qué sentirá el trapecista cuando está en el aire girando en la altura del circo y no ve aún la mano del compañero para asirle fuerte?
Lo que vivieron y sintieron los astronautas Amstrong y Aldrin aquel 20 de julio de 1969 cuando fuera de la cápsula espacial saltaron sobre la superficie lunar sin atadura ninguna con el comando técnico ya ha sido suficientemente comentado desde aquel jubiloso día.
Un hecho similar ocurrió el 6 de febrero de 1984 en el espacio; ese día señala la historia humana un gran acontecimiento que hasta ese momento no se había vivido.
Después de algunas horas de haber partido de Cabo Kennedy el poderoso cohete que llevaba algunos miembros de la Nasa, ocurrió lo nunca sucedido.
En el abierto espacio infinito y misterioso, bello y grandioso, avanzaba la cápsula espacial ese 6 de febrero; de repente se abrió la escotilla y un hombre, el astronauta Bruce Mc Candless de USA saltó al espacio ignoto; pero era una hazaña porque era la primera vez en la historia que un ser humano flotaba en la inmensidad del espacio sin conexión física con la nave, sin cordón umbilical que le atara a la cápsula previendo alguna falla que le impidiese regresar a su asiento dentro.
El momento fue espectacular; un hombre flotando en el espacio, sin conexión con la nave, en el peligro real de perder ritmo o rumbo y no alcanzar a ingresar de nuevo a su lugar en el asiento; era emocionante ver ese puntico blanco viviendo un momento único hasta ese día: flotar en el infinito espacio solo con la certeza de volver a la nave gracias al impulso de unos pequeños propulsores en su espalda.
¿Y si fallaban los propulsores, si la cápsula se adelantaba y él se retrasaba, si faltaba oxígeno o pulsaciones?; audacia y confianza total explicaron esta gesta sublime y grandiosa.
Me parece que este hecho es una imagen de la fe, algo que vale recordar este Año de la Fe. Se necesita audacia y confianza total para decir un sí (Amén) rotundo a lo que propone Dios y fiarse totalmente de su palabra que reveló en claridad Cristo Jesús.
El escritor bíblico San Pablo, ejemplo de cambio de rumbo y de vida, de entrega a la novedad cristiana, describe su nueva situación al escribirle a su discípulo Timoteo cuando le anota: "yo sé de quién me he fiado"; por esa confianza total él se atrevió a ser un apóstol fuerte y audaz hasta influir en la época primitiva y hoy.
Estamos invitados a tener osadía, valentía y entrega en el seguimiento de la vida de fe dando un sí a Jesús, a la vida, a la existencia.
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