El primer punto en la agenda de las comisiones negociadoras de la paz que sesionan en La Habana, en representación de las Farc y del gobierno colombiano, es el tema de la tierra, que cada día es más crucial, porque mientras la población aumenta por la inercia de la demografía, la tierra es la misma. Eso hace que se valorice constantemente, para que se cumpla la ley inexorable de la oferta y la demanda. La abundancia de tierra de otras épocas, en relación con la población, ha sido una de las causas históricas del maltrato que se le ha dado, especialmente por los colonos "civilizadores", porque los aborígenes siempre la han considerado sagrada, y así la han tratado. Otro fenómeno perverso ha sido la codicia del capitalismo rural, cuya ambición primaria no es la productividad de la tierra, sino su posesión en extensión, como factor de preeminencia y de poder. De un millonario huilense, dueño de uno de los latifundios más grandes del país, se decía que "se le había propuesto no lindar con nadie"; y los colindantes tenían que venderle sus predios, para redondear su insaciable ambición, a veces presionados con métodos poco ortodoxos.
Con visión de verdadero estadista, el presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978) decía que cuando Colombia tuviera 50 millones de habitantes tendría que volver los ojos a los Llanos Orientales y cuando alcanzara los 100 millones al mar. De ahí las negociaciones que adelantó con los países vecinos para delimitar las áreas marinas y submarinas y así ampliar las fronteras marítimas del país. Igualmente se comenzó a ejecutar en su gobierno un plan vial para los Llanos, que facilitara la movilización de la producción agrícola y pecuaria, proyecto que venía en estudio desde la administración del presidente Valencia (1962-1966). Pero sus enemigos políticos, que no eran pocos y sí muy poderosos, por todos los medios pregonaron con argumentos mezquinos que López lo que buscaba con las vías que iban a construirse era valorizarle la finca a un hijo suyo. A Juan Manuel López Caballero, que por vocación ha sido campesino siempre.
La guerrilla cuando era comunista decía defender a los campesinos, pero terminó desplazándolos y apoderándose de sus predios para cultivar coca y marihuana, actividad que se convirtió en su fortaleza financiera, mientras que la producción agrícola para alimentar a la población colombiana disminuyó dramáticamente, lo que obligó a la importación de productos como maíz y arroz, por ejemplo, que en los Llanos pueden producirse, ahí si vale la expresión, "como arroz".
Después hicieron presencia los paramilitares, de "inspiración" ganadera, que continuaron la labor de desplazar a los propietarios de las tierras para apoderarse de ellas por medio de testaferros, con la complicidad de autoridades legítimas, como notarios y registradores de regiones apartadas, que por miedo o venalidad facilitaron el latrocinio.
La tarea del gobierno actual de recuperar las tierras despojadas y devolvérselas a sus dueños, si es avalada dentro del acuerdo de paz, sería la salvación de muchos campesinos, factor de crecimiento de la producción agrícola y una oportunidad laboral para muchos jóvenes. "Ajualá", como dicen los campesinos.
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