Estoy convencido que los bandidos, y muchos de los implicados en los casos de corrupción, tienen derecho a que sus parientes les den muestras de ternura, afecto, cariño y sensibilidad, pero... en la gran mayoría de situaciones hay abusos. La opinión pública y la justicia no deben dejarse "comprar" por estas muestras de simpatía, que generalmente termina siendo "lágrimas de cocodrillo". Nuestra ley debe ponerse seria y firme y no creer siempre en esos arrebatos de parodia, piedad y misericordia.
Hace pocos días, el juez 38 penal del circuito de Bogotá, otorgó un permiso a Manuel Nule para que asistiera a la primera comunión de su hijo en Cartagena. "No hay ninguna duda", -argumentó el conmovido juez-, quien dijo: "este es un acontecimiento de particular importancia en la vida del interno". ¡Como para Ripley! El condenado por el robo de miles de millones de pesos, suspendió su viaje de padre ejemplar, recto y responsable, supuestamente por falta de dinero para cubrir los viáticos y el hospedaje de los custodios que lo iban acompañar. ¡Mamola!
Aún me acuerdo del discurso de un excompañero en la Cámara de Representantes, diciendo con voz quebrada y llorando: "cómo es posible que crean que estas limpias manos, con las que diariamente acaricio la carita de mi hijo, estén manchadas con robos y acuerdos con paramilitares y bandas criminales". Pocos días después, la Corte Suprema de Justicia, argumentando que el personaje del cual hablo, era parte de una estructura criminal, lo condenó a 9 años de prisión, probándole sus alianzas con paramilitares, buscando el beneficio de los votos que posteriormente lo llevaron al Senado.
Muchos de mis amables lectores tienen presente la imagen de Enilse López, la famosa "gata", extremadamente flaca, postrada en una cama de alguna clínica de Barranquilla, anunciando con una débil voz que se iba a morir. Atrás quedaron las épocas de vanidad cuando se sometía a los vaivenes del bisturí. La televisión la mostró totalmente disminuida. Es bueno decir que generar ternura, pesar y compasión, ha sido estrategia predilecta utilizada por muchas figuras públicas, acusadas o ya condenadas por la justicia colombiana en los últimos años.
Hace pocas semanas, un magistrado después de cuatro rechazos aprobó la solicitud de libertad para Andrés Felipe Arias, medida de aseguramiento que pesó sobre él desde junio 26 de 2011. La última imagen de ese juicio, es realmente conmovedora. Su esposa lo consuela y arrodillada, extiende sus brazos y lo acaricia por encima de la barandilla de madera que los estaba separando. Seguidamente con lágrimas y en actitud suplicante parece encomendárselo al guardián del Inpec que lo vigila, antes de fundirse con el acusado en un fuerte, afectivo y eterno abrazo de despedida. Con todo respeto, señalo que lo que está en juego aquí no es la ternura que despiertan estas imágenes que vimos por TV, sino la gravedad de los hechos por los cuales ha sido acusado. Ojalá todo se aclare por el bien de él y de el país. Es inaudito que los millonarios recursos del programa Agro Ingreso Seguro, que debían ser destinados a campesinos pobres, terminaran en las cuentas bancarias de personas acaudaladas de la Costa Norte de Colombia. Nada de tierno tiene esta situación, por el contrario, lo que produce es rabia.
Continuando con los abusos, desde hace varios años estamos escuchando hablar sobre abuso sexual, el cual es el más común de los delitos cometidos contra niños, niñas, mujeres y ancianos. Parecería estar en la genética y condición humana haciendo parte de la cotidianidad de algunos hogares colombianos. Lo que es peor, para muchos son situaciones normales.
Se nos olvidan también, abusos clásicos que se transmiten de generación en generación, contra las abnegadas empleadas domésticas. La gran mayoría de "patrones" esperan de ellas exactitud, rapidez, complacencia y el famoso arte de la adivinanza. Los "amos" les exigen que trabajen más de 12 horas, pero les pagan únicamente 8, dejándoles poco tiempo para la alimentación e ir al baño. SI de pronto se sientan algunos minutos para descansar, les buscan algo para hacer, así les falte todavía la faena difícil. Cuando de pronto son "como de la familia", les endilgan la maternidad de otras para que cuiden los niños, mientras hacen oficio y se amarran una escoba en la cintura para que barran mientras caminan. Algunos las despiertan en la madrugada, porque llegaron a rematar una fiesta con amigos, simplemente para que hagan una fritanga con chicharrones. Deben volar para cumplir las órdenes de los alicorados patrones, siendo posible que alguno de los invitados vaya a la cocina para efectuar el acoso ofensivo, pues el aguardiente es para algunos el mejor embellecedor. Deben quedarse en silencio, si dicen algo las tratan como provocadoras o calumniadoras. Les exigen permanentemente una atención personalizada: una limonada, pínteme la uñas, quíteme los zapatos, en fin... Además, deben ser sicólogas para entender y escuchar las ofensas y diatribas entre ambos cónyuges, cuando se termina la parranda y se inician los malos momentos entre la pareja. Algunos las gritan y les sacan en cara la aparente incapacidad. No les permiten responder, porque es falta de respeto. Por último, deben guardar secretos difíciles y tenebrosos, como puede ser la infidelidad de uno de los cónyuges.
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