Volvamos a nuestro Titicaca. Nos despedimos de nuestros amables huéspedes y nos montaron en una balsa hecha totalmente de totora. Allí nos sentimos como los verdaderos primitivos de la isla navegando en sus hermosas barcas “vegetales”. Nos llevaron a otra isla donde conversamos con los nativos antes de retomar la lancha que nos trajo desde Puno, para continuar el viaje lago adentro. Las embarcaciones que habían salido de Puno, como la nuestra, siguieron el itinerario para Taquile y la nuestra fue la más lenta. Cuando llegamos, ya los turistas estaban a medio camino, o sea a media altura, subiendo a la parte alta de la isla. A los turistas les previenen mucho sobre esta larguísima escalera, famosa por sus 500 escalones. Vimos, en efecto, a muchas personas mayores y no tan mayores, detenerse, sentarse y recuperar el aliento. El poblado de Taquile se encuentra a 3.950 metros sobre el nivel del mar y a 140 metros sobre el lago. La máxima altura de la isla es de 4.050 metros.
La vista que ofrece la isla sobre el lago es de inolvidable belleza. Los nativos de Taquile se cuentan entre los últimos incas en rendirse a los españoles. Era domingo y llegamos directamente a la plaza. Los nativos son católicos en su inmensa mayoría y para el servicio religioso cuentan con dos iglesias y un templo adventista. Vimos salir de misa, que se celebra en la lengua vernácula, a las autoridades de la isla. Primero los hombres y detrás las mujeres; todos en fila india. Se instalaron en un ángulo de la plaza y allí el alcalde leyó un texto que los asistentes escucharon en silencio. No entendimos nada, por supuesto. Nos dijeron que el alcalde hablaba de cosas relativas al gobierno de la isla.
Una cosa maravillosa de la isla es que no hay perros y los que quieren tener gatos deben solicitar permiso a la comunidad. Muy sabias costumbres y decisiones, pensamos. Los hombres, en cuanto al matrimonio se refiere, se diferencian porque los casados usan gorros o chullos rojos y los solteros rojos y blancos. En una fiesta que se celebra anualmente, los hombres casados llevan colgados a la cintura bolsos de vistosos colores que les regalan sus esposas; es motivo de orgullo llevar muchos bolsos y los que no llevan o llevan muy pocos, pasan vergüenza porque se cree que su esposa no los quiere o es perezosa.
Son famosos unos tejidos muy finos elaborados en la isla y que son confeccionados únicamente por los hombres. Estos tejidos han sido distinguidos como “Patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO. El código moral que se aplica en Taquile es el tradicional de los incas: “No robar, no mentir, no ser perezoso”. El nombre incaico de la isla es Intika y el de Taquile se debe a un español de la época de la Colonia. La isla es un paraíso de paz y respeto a la naturaleza. Los nativos viven de la pesca, del cultivo de la papa y del turismo. La isla recibe unos 50.000 turistas al año. No hay vehículos, ni ruido. No hay luz eléctrica, excepto unos cuantos paneles solares. La gente se alumbra con linternas. No hay hoteles. Los nativos alojan a los turistas en sus casas. Un remanso de paz, en suma.
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