En Twitter: @luisfmolina
La semana pasada, en medio del frenesí de la trigésima olimpiada de verano, me sorprendí bastante cuando supe que los medallistas de los Estados Unidos deben pagar un impuesto por ingresar y poseer las preseas a su país. Pues bien, el Tío Sam le cobra a cada uno de ellos 8,986 dólares por medalla de oro, 5,385 por el reconocimiento de plata y 3,500 por la distinción de bronce. Esto, según información del tabloide conservador The Weekly Standard basado en los principios de liquidación del Servicio de Rentas Internas de los Estados Unidos.
Averigüé y ningún otro país parece tener al menos un impuesto a los deportistas olímpicos. Además, los honorarios que reciben los deportistas por llegar al podio no son los más generosos. Por cada medalla de oro, reclaman 25 mil dólares, plata y bronce 15 mil y 10 mil dólares, respectivamente. Colombia propuso pagar las medallas de oro con más de 57 mil dólares.
Todo funciona así: Cuando el nadador Ryan Lochte ganó su primer oro, se le obsequiaron 25 mil dólares. De acuerdo con el valor que tiene como mercancía en EE.UU., una medalla de oro representa 675 dólares. El 35% que por ley debe sustraerse de esta suma representan los cacareados 8,986 dólares del impuesto. Así ocurre con los otros dos metales. Por suerte, los diplomas olímpicos no incluyen algún tipo de impuesto, porque lo más provechoso para estos deportistas sería representar a otro país.
Las posibilidades que formulen una exención de impuestos son muy pequeñas. Para grandes deportistas como Michael Phelps, el apoyo publicitario hace que la suma se vea ínfima. Sin embargo, la mayoría de jugadores se costean gran parte de su entrenamiento y los casi nueve mil dólares generan un hueco en sus finanzas.
La razón por la cual los medallistas olímpicos deben pagar esta suma radica en las complejas fórmulas de liquidación del código de impuestos estadounidense. Explican que las medallas deben anexarse a su registro y por ende deben pagar impuestos. Como todo, desde el salario anual, la salud y su respectivo plan, como los juegos y competencias que son fuertemente fiscalizadas por la nación e ignoradas por el Tío Sam y los funcionarios oportunistas.
Las Olimpiadas ocurren en plena campaña presidencial, muy sucia por demás. Los republicanos aprovecharon para culpar a Obama de dicho impuesto. Este argumento sirvió para hacer notar la supuesta falta de apoyo deportivo de la administración Obama y por ello propusieron eliminar esta liquidación que hace parte del código de impuestos. En caso de prosperar la idea del republicano Marco Rubio se tendría que hacer una amplia revisión del mencionado código para que no se extralimite o tenga violaciones.
El Servicio de Rentas Internas de EE.UU. todavía no se pronuncia, pues cabe la posibilidad de una lectura incorrecta de la fórmula del impuesto, dado que quizás se haya elaborado y cobrado erróneamente suponiendo la clase de honorario o beneficio que significan las medallas olímpicas. Por lo pronto, Barack Obama calla y solo se dedica a hacer campaña para lograr una reelección que cada día se ve más embolatada.
Esta vez hay que reconocer que no se echó a sus anchas los logros olímpicos y tampoco habló de la crisis económica en la que estos deportistas tuvieron que entrenar por años para alcanzar sus puestos en el podio.
Curiosamente, los Olímpicos son un espejo de la situación social de cada país. Sin ánimo de generalizar el actuar de cada nación, hay muchas que pasan inadvertidas. Hacen el cúmulo y la representación. Otros, entre tanto, suben y bajan como su nivel económico actual. China ha encabezado el medallero por más tiempo, acosada por Estados Unidos. Ambas naciones andan en una cacería similar por la dominación.
Otras son un solo caos. Grecia y España son fieles reflejos de la situación socio-económica que enfrentan. Quizás no son sus mejores juegos, pero todavía queda suficiente tiempo de recuperación. No me imagino que Madrid hubiera ganado la organización de los Juegos Olímpicos de Verano de 2012 con el presente y pasado económico que ostentan. El caso del endeudamiento hubiera forzado prácticamente a buscar un ‘default’ en su deuda.
Rusia llora y vive los juegos como la antigua Unión Soviética, pero lejos de las reñidas competencias que mantenía con occidente. El aguante de los deportistas africanos es un prototipo fiel de la paciencia que han tenido sus pobladores con gobiernos corruptos y naciones sumidas en la pobreza. Ojalá sus habitantes también descubran el oro que les pertenece por lo que hacen.
El domingo se apagará la llama olímpica y tendremos que volver a la vieja tónica de crisis y elecciones. Entonces, el mundo carecerá de un centro de unión por otros dos años al menos, puesto que el deporte une lo que la politiquería y economía destruyen.
* Estudiante Comunicación social y periodismo Universidad de Manizales.
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