Acostumbrados estamos a ver en la vida los objetos y sus efectos por el lado de impacto positivo o de interés. Lo que nos gusta nos parece ideal, lo que nos disgusta; condenable. Pareciera que fuera un principio humano que el error siempre esté acompañando el interés.
Este exordio viene a raíz de los juicios de tolerancia de nuestros líderes regionales y mundiales, de aquellos que se encargan de darles matices a los hechos que cada día recomponen el orden político del orbe. Todo a raíz del siguiente hecho: El 20 de marzo del 2014, el gobierno de Turquía decidió bloquear el acceso de sus nacionales a Twitter.com. Una semana después, el pasado 27 de marzo, YouTube también fue censurado en ese país. Las anteriores órdenes ejecutivas ninguna acción de repudio generaron entre los líderes que supuestamente se encuentran investidos en sus cargos para defender la libertad de expresión, de prensa y el libre acceso a la internet.
En contexto: el fin de semana que recién pasó se celebraron en Turquía elecciones de alcaldes y cabildos, lo que fue una mera excusa para que el Gobierno restringiera el acceso de los dos sitios web donde las informaciones logran filtrarse más efectivamente. De hecho, la organización Reporteros sin Fronteras clasificó desde el 2010 a Turquía como de los países donde se ejerce el periodismo bajo espesa vigilancia.
Hay que aclarar. No es la primera vez en la que YouTube, por ejemplo, sufre un bloqueo en ese país. Ya había pasado hace cuatro años, aunque después de una lucha ardua de organizaciones no gubernamentales se restableció el servicio.
Recep Tayyip Erdoğan es el Primer Ministro de Turquía desde el 2003 y es quien ha estado detrás de tantos ataques a la libertad de contenidos de la web. Erdoğan es islamista, y en los 11 años que lleva en el poder, ha logrado imponer su parecer sobre cualquier otra posición política en Dentro de su palmarés como político autoritario está la aprobación por el parlamento, controlado plenamente por su partido político AKP, del Control del Ejecutivo sobre Internet.
Lo anterior ocurrió sin las autorizaciones judiciales correspondientes amparadas por leyes turcas, lo que luego derivó en una reforma súbita del sistema de elección de miembros de dirección del Poder Judicial turco gracias al parlamento de bolsillo de Erdoğan.
En febrero de este año se aprobó en esa misma corporación un proyecto que planteaba técnicas de regulación de internet. Entre ellos sobresalía la obligación de almacenar los datos de todos los usuarios de los prestadores de este servicio y la facultad de la Autoridad Nacional de Telecomunicaciones y Transmisiones para bloquear cualquier sitio web dentro de 24 horas sin necesidad de una autorización judicial.
Pero el colmo del cinismo es éste: el gobierno turco ha declarado una clara oposición al gobierno sirio de Bashar Al-Assad, llegando al punto de apoyar militarmente a los rebeldes sirios. Sin embargo, de nada valen los intentos de Turquía por desvirtuar el régimen de Al-Assad cuando el mismo Erdoğan está haciendo carrera para hacer de su país una nueva Siria, sin respeto alguno por la oposición ni los derechos políticos.
En estos casos el silencio es cómplice con Erdoğan, quien recibe los tácitos espaldarazos de varios líderes con quien tiene comunicación regularmente, aunque esté comprobado que el P.M. turco manipula los resultados de las llamadas con otros presidentes, como ocurrió a principios de este mes luego de una charla con Barack Obama.
Por lo anterior y mucho más que no logra englobar este espacio hay que tener en cuenta lo que ocurre en Turquía, donde las voces que más fuerte se escucharán serán de las de YouTube (Google) y Twitter, luego del bloqueo en pleno de sus servicios en esta nación, si es que llegan oírse allí dentro. Sin embargo, también es perentorio conocer a cabalidad —si es que es posible— lo que Recep Tayyip Erdoğan está haciendo en el poder para permanecer en el Primer Ministerio de Turquía.
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