Gustavo Petro fue elegido por un tercio de los votantes de la capital y gobierna como un dictador. Excluye en su discurso y en su acción a esas dos terceras partes de ciudadanos que no están con él. Para nadie, además, es un secreto que está utilizando la alcaldía para convertirse en el Chávez o en el Correa colombiano, más el primero pues el segundo por lo menos ha sido buen administrador, para lanzarse a la presidencia en el 2014 si hay revocatoria o en el 2018 si no.
Razones para revocarlo hay muchas. La debacle del aseo, la improvisación de la séptima, el paro económico de la ciudad para solo mencionar algunas. Pero quizás la más de fondo es que dos años y medio más de Petro en Bogotá condenan una ciudad de 8 millones de habitantes a la quiebra fiscal, a la fuga de empresas y de los mejores cerebros pues la competitividad y la calidad de vida se deterioran de manera dramática día tras día. Petro debe irse porque es un administrador público incapaz.
No se puede ocultar la realidad: Medellín y Barranquilla dejaron atrás a Bogotá. Son el futuro mientras la capital es el pasado. No todo es Petro, obvio. Las dos administraciones del Polo dejaron a la capital en cuidados intensivos pero Petro con su soberbia, su improvisación, su desorden, su ineptitud gerencial y su plan en el que Bogotá es un objeto usable quiere desconectar ese paciente grave.
Petro tiene clara la ciudad ideológica y política. Pero de calidad de vida, de competitividad, de empleo, de movilidad, de los temas que construyen una ciudad económica y socialmente viable no tiene idea. Los tumbos que ha dado en todos los temas dejan ya un reguero de malgasto, de derroche y de corrupción (los carros de basuras el último ejemplo) que dan para investigaciones penales, disciplinarias y fiscales que esperemos lleguen a buen término. Por mucho menos han sancionado penal y disciplinariamente a alcaldes y gobernadores.
Muchos analistas políticos creen que tumbar a Petro con una revocatoria es victimizarlo y darle aire electoral para el 2014. Puede ser pero si no se hace, ese aire lo va a coger durante dos años y medio más y lo va a multiplicar con la caja de resonancia mediática de Bogotá y va a llegar con ese oxígeno populista al 2018. Con un agravante, Bogotá en crisis profunda.
Es políticamente más débil un Petro en el 2014 con la gestión negativa de Bogotá que en el 2018 consolidado en su discurso y enfrentando, de pronto, un gobierno Santos saliente con gran desprestigio. Es el escenario Caldera-Chavez-Romer, un Presidente saliente senil y desprestigiado, un candidato tradicional débil y un candidato populista que gana.
Esa es la democracia. La revocatoria es una opción legal que está vigente para la izquierda y la derecha. Que se use contra Petro no es un golpe ni a la democracia ni a la paz y no es el cartel de la contratación que además no ha desmontado pues hoy siguen los mismos con las mismas en la gestión de la administración. Solo cambiaron las cabezas. Y que lo investiguen las ias es algo que debe aceptar y respetar como gobernante.
Independientemente de las consideraciones políticas, Gustavo Petro se debe ir por incapaz y por inepto. Le quedó grande el cargo y la ciudad no aguanta tres años más de improvisación. No es que sea de izquierda. Es que va a dejar a la ciudad embarcada en deudas, proyectos y clientelismo cuyas consecuencias se van a ver durante décadas. La calidad de vida de 8 millones de bogotanos está en juego. Por eso apoyo la revocatoria de su mandato.
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