Joan Manuel Serrat, ese gran músico y mejor compositor que, como catalán, se hizo famoso cuando se ganó la representación de España en el primer festival de Eurovisión y con toda la intención de cantar allí en su idioma natal, fue vetado por el Generalísimo Francisco Franco Bahamonte, a la sazón presidente del gobierno español, al cual condujo con mano de hierro durante 36 años.
Serrat es un gran artista y a pesar de serlo no es el cantante del cual pudiera yo moverme para comprar uno de sus discos.
Antes de conocerlo personalmente le admiraba por su carrera y por dos de sus canciones que me encantan: Mediterráneo y Palabras de Amor (Paraules D´ Amor), sin duda el verdadero himno nacional de Cataluña.
Luego, después de tratarlo un poco, ya me quedé solo con sus dos canciones; su pedantería y su insoportable sentido de ese nacionalismo catalán grosero y mal entendido hacen que para mucha gente, inclusive en sus presentaciones personales, se haga sencillamente insoportable.
Todo lo contrario tendría que decir de su manager Mèrce Puig, una catalana muy agradable, simpática y, sobre todo, una mujer que transpira humor por todos los poros de su cuerpo, con quien no me fue difícil hacer amistad rápidamente.
Mèrce, insisto, es una mujer encantadora que está acostumbrada a excusar de la mejor manera posible las razones por las cuales su representado no puede cumplir con ninguna de las condiciones consulares que exigen los diferentes países en donde Joan Manuel Serrat lleva su arte y sus canciones.
Dicho lo anterior, invitado por su manager, tuve la oportunidad de conocer a Serrat en uno de esas giras emblemáticas que realiza por toda Cataluña para recibir el cariño y la pasión que despierta su arte dentro de ese furibundo público nacionalista catalán que, evidentemente, lo idolatra.
Pineda de Mar es un pequeño pueblo situado en la Costa Brava del Marésme, un bello sitio en medio de lo que bien se podría situar el centro de ese extremismo regionalista al cual ya me he referido, pueblo muy cerca de la ciudad de Barcelona, tan catalán que sin lugar a equivocarme es muy difícil encontrar allí alguien que hable el castellano.
Serrat es antipático y desagradecido por naturaleza, y su enorme ego no le permite comprender que el montaje de un consulado móvil es una atención a su arte y a su personalidad, y no una obligación; la foto que tuvo a bien obsequiarme con su autógrafo no creí necesario conservarla.
Sin embargo, no todo fue tan mal tomado desde el punto de vista de mis acompañantes, ya que se toparon a boca de jarro con el famoso diseñador de modas Manuel Pertegás Ibáñez, el cual les dedicó lo mejor de sus maneras y sus sortilegios respondiendo solícito a todas sus preguntas, además de acceder comedidamente a posar con todos ellos para esa sí la foto del recuerdo.
Luego, para más males, cuando apenas daba comienzo a su primera canción, Serrat, visiblemente contrariado, suspendió su actuación para encararse con una entusiasmada asistente que con un ofensivo acento argentino le solicitó a grito herido que mejor cantara en español, incidente que aprovecho el músico para resaltar la ignorancia de la dama de marras, la cual aún no se enteraba que por aquellas tierras habían corrido ríos de sangre precisamente por atreverse a defender el derecho a usar un idioma diferente al de Cervantes.
En contraste con la historia anterior -en donde es muy difícil imaginar que un artista con tanto carisma y tanta fama internacional pueda llegar a ser en la vida real un ser tan iríspido- tuve el placer de conocer otro día al no menos famoso guitarrista Paco Ibáñez, ese sí todo un español que hacen honor a su raza y a su arte, y que además no tiene ningún inconveniente en ir haciendo largas colas por las distintas sedes diplomáticas extranjeras como cualquier hijo de vecino, sin tener que pedir favores especiales, ni reclamar extravagantes privilegios.
De este gran artista sí que tengo un gran recuerdo por hacer una verdadera ostentación de esa humildad que siempre acostumbra a viajar al lado los grandes de verdad.
(Escribo esta columna cuando se anuncia el regreso de Serrat a nuestro país).
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