El llamado del tiempo de Pascua para todos los cristianos es ser portadores de esperanza en nuestro mundo. En un mundo donde hay tantas heridas, tantas fisuras entre los pueblos, inequidades tan bárbaras y locuras tan tristes como la violencia y el armamentismo, los cristianos en medio de esa realidad, debemos ser sembradores de esperanza. Y para ser sembradores de esperanza tenemos que ayudar a la construcción de un mundo de paz, justicia, fraternidad y verdad. No podemos sencillamente quedarnos parados ante tanto mal, debemos actuar.
Por ello, poder ser portadores de esperanza, nos lanza necesariamente a construir con otros alternativas frente a esta dolorosa realidad. Y este es uno de los roles más interesantes del cristianismo en las nuevas sociedades. Ya no estamos en la edad media, donde el poder religioso manejaba el poder político. Hoy los cristianos somos ciudadanos, y por ello tenemos un papel en el seno de la democracia, en las discusiones y construcciones colectivas. Es allí, donde debemos fermentar la masa. Es allí, donde debemos aportar nuestra visión del mundo, del hombre, en particular el sentido profundo de la humanidad, para que la sociedad no pierda su rumbo. Esta es una tarea a la cual no podemos renunciar, al revés, es una verdadera obligación moral para con nuestra sociedad. Quedarnos aislados, encerrados en sacristías, sería el error más grande. El mundo puede ser fecundado por el mensaje vivo del Evangelio y eso nos corresponde hacerlo a todos los cristianos.
De otro lado, en las comunidades pequeñas en las cuales vivo, allí tenemos que dar testimonio de vida, coherente con todo lo que profesamos y decimos querer y valorar. Es el test último y en el cual la gente del común puede tener un verdadero contacto con nuestra fe. Es allí, y no en los discursos bonitos que podamos hacer o pronunciar, donde se juega la transmisión de nuestra fe. Pues es allí en la realidad de nuestras vidas que nosotros damos o no testimonio de nuestra fe.
Que este tiempo de Pascua, que nos debe llenar el corazón de alegría, paz y compromiso, nos ponga de presente estas tareas que tenemos como ciudadanos y como fieles de una fe. Siendo portadores de esperanza creativa, que comience desde ya a construir estructuras y condiciones de justicia en nuestro medio. Los cristianos no podemos pasar de agache frente a las injusticias, frente a la violación de los derechos humanos, frente a la corrupción. Nuestra fe nos exige que nos revelemos contra estas. No podemos dormir tranquilos mientras que en nuestro mundo se mantenga excluido del desarrollo al 50% de las personas.
Tiempo Pascual, tiempo para que sembremos esperanza.
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